Hace una semana fue de boda, y desde entonces no nos hemos visto. A nosotras las bodas nos encantan. Es un escaparate para lucirte. Y la ventaja de tener 40 es que tienes la libertad para ponerte cualquier cosa. La juventud solo te permite ir de joven, la madurez como quieras. Pero cuidado, sin caer en el ridículo.
Fue invitada y lo más importante es que el evento se presta a comprarte vestido y zapatos.
Una boda como invitada a los 40 es como el baile de graduación. Hay que triunfar por narices.
Se mira todo, si va a ser de día o de noche, para ir de largo o de corto. Si es por la iglesia o por el juzgado, verano o invierno. Pero hay dos reglas que debe cumplir la buena invitada, ir impecable y no eclipsar a la novia. Parece fácil, pero no lo es vestirse perfecta dando la sensación de no haberle prestado demasiados minutos, ni energías. Queda fenomenal decir algo así como, "cogí lo primero que pille" o "no compré nada, me salvaron los complementos".
La boda fue en Agosto, con un calor pegajoso y sofocante en esta época del año para la isla.
Yo ya he pedido mi lasaña de verduras y ella su ensalada de queso de cabra, cuando me pide que ponga los cinco sentidos a lo que viene.
Los invitados no llegaron a doce y hasta ahí todo perfecto, ahora se llevan las bodas como los famosos, discretas e íntimas.
El shock vino para mi amiga, cuando el novio negro, negrísimo (y no queremos parecer racistas, es solo un comentario) esperaba en la iglesia frente al altar con la que iba a ser su futura esposa.
Hasta ahí todo bien. Ella una ninfa, de melena larga y rubia, de una piel blanca brillante, vestida con un conjunto de minifalda negro y embarazada de ocho meses y medio.
Y me lo suelta así, sin avisar. Casi me salen las espinacas de la lasaña por la nariz del suspiro que pegue.
No solo se permite casarse ha dos semanas de dar a luz, sino que va vestida de joven con un vestido de minifalda y encima negro.
Mi amiga como ya lo ha soltado, le echa el vinagre balsámico a la ensalada y sigue.
Y me pregunto, ¿dónde ha quedado el vestido blanco, lo de situarse a la izquierda del novio, o lo de llevar algo azul, viejo y prestado?
Todo eso que hace especial un acontecimiento de esa clase.
¿Nos hemos vuelto tan modernas que rompemos con las tradiciones de manera agresiva? Sustituimos el blanco por el negro, el largo por el corto y la virginidad por la maternidad casi en vivo. ¿O quizá respondió a un plan de estrategia?, disimular su embarazo centrando el interés en otra cosa.
¿Realmente resulta sencillo dar al traste con dos siglos de rituales?
Fue una boda multirracial. El ingles, ella polaca. Los oficios fueron a partes iguales, mitad misa católica, la otra mitad evangelista. El cura se lo curró, y como tan solo eran once invitados, pues por hacerla algo original les hizo subir en parejas al altar para bendecir les a todos. Ya no hubo ni siquiera el tradicional apretón de manos en señal de paz. Lo hicieron en plan rebaño.
Nunca deberíamos de pensar que a los 40 lo tenemos todo visto.
A pesar de que me lo cuenta todo entre risas e imaginación, aun le dura la visión de aquella mujer de negro. Parecía más una viuda alegre, que una novia feliz.
Tuvieron añadido una pareja de lesbianas, que pasaron bastante desapercibidas entre tanta sorpresa y un musulmán, que a pesar de no seguir todos los rituales al menos cumplió con su presencia.
La lasaña se me ha quedado fría y le pregunto a Conchi que si me la pueden calentar, porque aun queda más.
Mi amiga se preocupo de que la tradición no muriese del todo, y pidió a unas cuantas chicas que llevasen pétalos de flor y arroz.
Era una manera de echarle un poco de normalidad al asunto. Aunque hasta ese momento no sabía que sería lo único tradicional.
Ahora me pregunto, "¿nos hace tan distintas el pertenecer a culturas diferentes? ¿seguimos las españolas empeñadas en aparentar lo que no es, casándonos de blanco inmaculado a pesar de hacerlo con barriga?".
Viene de regreso la lasaña, la cual no estoy dispuesta a abandonarla por otro comentario.
Por falta de recursos económicos los novios decidieron dar lo que en las altas esferas llamarían "un coctel". Lo que aquí fue un divertido y distendido aperitivo.
Hubo bocadillos pequeños de fiambre, (muy español) y barra libre. Aunque los invitados por pertenecer a una clase social que sabe lo que es sudar los euros, tomaron un refresco.
Bailaron con música disco puesta a cargo del bar, el cual era un antro al que se accedía bajando unas escaleras interminables y casi oscuras. Bueno, en este caso la novia no tuvo el problema de tropezar con el vestido. Si lo miras por el lado irónico todo fueron ventajas, a una boda casi surrealista.
Los regalos fueron sustituidos por algo de dinero que pusieron todos, una manera de ayudarles para hacer frente a los gastos. Digamos que cada uno con su regalo se pago el bocadillo y la caña.
Y el broche de oro lo puso un joven cura que los casó y se presento a última hora en el convite.
Al final, "fueron felices y comieron perdices".
Porque realmente eso es lo que cuenta. Te unes a alguien en matrimonio por amor. Y no importa la ropa, el idioma ni la celebración. Ni reglas, ni colores.
"Los importante son las personas".
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