martes, 17 de julio de 2012

EL BALCÓN INDISCRETO 1ª Parte


Eso es lo que tiene el verano, que tenemos las ventanas abiertas y nos da por ver y oír las vidas de los vecinos.
Hoy le conté a mi amiga, la que pasea su soltería con glamour que lo que el otro día vi a través de mi de terraza me hizo pensar que realmente hemos tenido tiempos peores.
Yo por casualidades de la vida me vine a vivir a un pueblo, un pueblo tranquilo y dónde a veces el reloj se para. Nunca pasa nada interesante, un rincón del mundo rodeado del mar Mediterráneo y con unas vistas maravillosas allí por dónde vas. Sigo conservando la esencia de la ciudad, y tengo muy claro que nunca saldré a tirar la basura ni en bata ni en rulos como mis vecinas. Pero tengo que reconocer que la tranquilidad de mi vida se ha ido apoderando de mi, aunque no de mi estilo. 
Pero a lo que vamos, estando en la terraza empecé a oír un ruido continuo como si estuvieran rascando sin parar y yo que no soy cotilla pero si curiosa me levanté y me apoye en el balcón a mirar. Hace unos meses la casa de al lado la ocuparon en alquiler una familia musulmana. Y allí mismo me tope con el pasado. Un pasado que pudo bien vivir mi abuela, pero que en mi propia casa yo no conocí. La mujer de la familia, fértil dónde las haya rodeada de seis hijos, lavaba como antaño agachada sobre un barreño con cepillo y tabla de madera. Tanto que nos quejamos del mundo en el que vivimos, en aquel momento en la casa de al lado me encontré trasportada a un pasado que no he vivido por edad pero si he oído en historias de mi abuela. No pude apartar la vista de su trabajo. La ropa relucía, tenía un blanco inmaculado, pero frotaba y frotaba sin parar. Desde calcetines a pantalones vaqueros. Con su típica vestimenta, tapada hasta los pies me dio que pensar y preguntarme si realmente sería feliz. Yo también tenía mi ropa tendida, y por supuesto blanca inmaculada pero con la diferencia de que mi amiga la lavadora me ayuda con esa tarea. Pero ¿y aquella mujer se planteó alguna vez su existencia en un país que ha progresado tanto en algunas cosas? 
Porque no puede ser que estar anclado en el pasado esté escrito en ningún libro, ni tampoco el hecho de no agarrarse al progreso para llevar una vida más digna sea dañino para nadie. A mi vecina nunca la veo en la calle paseando. Tan solo sale al patio dónde lava, charla con la otra vecina que es de su mismo mundo y trascurre su tiempo en las cuatro paredes de aquel patio. 
No invierte en moda como nosotras las occidentales, ni se maquilla. Tan solo cría hijos y lava ropa sin cesar. Porque una cosa es bien cierta, con tantos miembros en la familia tienes mínimo un jornada reducida de cinco horas lavando sin descanso. 
Aquella tarde la dedique a mirar. Si, como suena. A mirar sin descanso. 
Me pregunto ahora que el país en el que vivo atraviesa momentos delicados tal vez el balcón que mira al pasado la vida de la vecina no sea el mio sino el de ella hacia mi. Quien me asegura a mi que en unos años no me veré lavando la ropa a mano porque no tenga para llevar el tren del progreso que hace años alcanzamos.
Y no quiero ponerme pesimista hablando aquí de problemas políticos. Pues aquí se cuentan historias divertidas que hagan que te entretengan. Pero mi vecina me ha hecho plantearme seriamente la posibilidad de que su vida sea más real que la mía.
Cuando la empecé a contar todos estos planteamientos a mi amiga tan solo se la ocurrió preguntarme si ya había empezado con la pre menopausia. 
Esa tarde decidí que tomáramos el café en casa y que viera con sus propios ojos lo que yo veo cada día. La rutina instalada en unas vidas al margen del resto del mundo. 
Y así fue como a las seis de la tarde volví a oír ese ruido tan familiar del cepillo. 
Allí que nos asomamos las dos corriendo y comprobó sobre el balcón indiscreto lo que la contaba. 
Las personas compartimos muchas cosas pero no hay duda de que somos todas únicas y diferentes. Tan diferentes entre nosotras como la mujer del pasado lavando. A mi amiga no se la ocurrió otra cosa que ver la dificultad en como estaba sentada y como doblaba la espalda para tan denigrante trabajo. 
"Esa postura no puede ser buena para el cuerpo a su edad, esos ejercicios los hacíamos en el colegio en gimnasia, ¿no te acuerdas". Fue lo que me contestó. 
Yo me giré y la miré sorprendida. Esta claro que los ojos de cada uno ven cosas distintas. Yo veía su exclavitud, su calvario, su vida sin poder saborear las comodidades. En cambio mi amiga veía que la edad no era permisible con según que costumbres. 
Entonces realmente me di cuenta que tal vez desde las vistas de mi vecina ella no vería mi vida como algo envidiable. Posiblemente vivimos la vida como queremos, como podemos o como nos dejan. En la casa de mi vecina el progreso no había ni siquiera llamado a la puerta porque no tenía cabida. Sus hijos no jugaban en ese patio con consolas, ni vídeo juegos. Jugaban a la pelota ellos y al corro de la patata ellas. Se lavaba a mano sobre la tabla agachada y flexionando la espalda como hacíamos en el año 1980 en gimnasia. Y la película del pasado que yo veía a través de mi balcón indiscreto era el presente de su real vida. Es lo mejor que tiene y disfruta a su manera de ello. 
Me gustaría saber cuando ella mira a mi balcón que película ve.