lunes, 3 de diciembre de 2012

LA DELGADA FINA ENTRE EL AMOR Y EL ODIO


Delgada quizá no sea la palabra, diríamos delgadísima. 
Y me vuelvo a preguntar lo mismo ¿porque ya nada me sorprende?. Siempre que me encuentro con una vieja amistad por la calle a la que no veo hace años se que algo va a ocurrir. Me da miedo meter la pata y preguntar como le van las cosas, porque en ese instante es como si se abriera la caja de los truenos y salieran disparados todos. 
Y así ha sido de nuevo. Cambios y más cambios son los que vivimos a diario y siempre creemos que son para mejor. 
Esta vez el escenario ha sido la oficina de correos. Bueno algo de glamour tiene, teniendo en cuenta que ya casi no se envían cartas, encontrarte allí con alguien lo hace no por menos algo especial. 
Y casi tropiezo con ella sin querer. Ufff que saludo tan gratificante, que ilusión me hizo verla. Tan cambiada, y a pesar de cincuenta y ocho años tan estupenda y fabulosa. 
En ese momento me vino a la cabeza que quería llegar a su edad así. Mi vieja amistad era una mujer que lo tenía todo. Belleza, una familia estupenda, dos hijos ahora ya más que criados y una buena posición económica. Y a ello fui a preguntarle por la familia, hijos y demás. Y cual es mi no tan gran sorpresa que me dice que se divorció hace dos años. Ladee la cabeza como solo yo puedo  hacerlo, como si estuviera interpretando una papel y arqueé la ceja derecha. Mis disculpas no la hicieron echarse atrás de contarme. 
Y así me relató que harta estaba en lo más extenso de su palabra. Esperó a que su hijo se casara porque estaba todo preparado y justamente de regreso a casa el mismo día de la boda en el coche le dijo a su marido que se había acabado todo. Que durmiera si quería en casa esa noche pero que al día siguiente cogiera la maleta y se fuera. Madre mía le respondí, que momento. Pero.....¿así sin más?
Y con un gesto de manos y una espectacular serenidad me dijo que ya no podía más. Su vida sin sentido al lado de aquel hombre los últimos años fueron los más agotadores. Necesitaba que la dijeran lo mucho que la querían, que la arrastran al precipicio con un beso y que la hicieran sentir mariposas en el estomago. Pero nada de eso ocurrió. 
En aquel momento volví a preguntarme si es eso realmente lo que busca una mujer. ¿Que le hagan sentir que aun esta viva? ¿Que la hagan sentir que sigue siendo bella, loca y deseable?
Me pidió que no la mal interpretara, dada la amistad que tenemos me contó que no fue ella la que cambió con los años sino el.
Que tiemblen los bufetes de abogados si decidimos plantearnos la madurez con tanta exigencia.
Y aprovechando la confianza fui más lejos y le pregunte "¿y ahora que?".
Después de aquella noche, al día siguiente en una comida con sus hijos antes de la luna de miel les contaron la decisión tomada en aquel coche de regreso a casa. Sin traumas, sin reproches ni lamentos.
Puso los ojos en blanco. Ahora vivía. Tenía un negocio familiar que la mantenía entretenida. Nunca tuvo la necesidad de trabajar porque el patrimonio y negocios de sus padres se lo permitían. En menos de un año se hizo unos pequeños retoques estéticos. Mantenía una cordial relación con su ex marido tan solo por lo hijos y por los años vividos. Ella le aclaró que se lo debía.
Y ahora desde hacía seis meses salía con un hombre ocho años menor que ella. 
Guauuu!!!!le grite, bravo. Eso es un final de cuento. A sus cincuenta y ocho años estaba en el borde del precipicio sintiendo mariposas en el estomago. 
Con las ideas muy claras. El en su casa y ella en la suya. Sin ataduras ni compromiso. Ninguno se quedaba a dormir en la casa del otro. Ella no quería otro marido, ya tuvo uno. Y si algo tenía que destacar de el era que fue un buen padre. 
Terminé charlando con ella mientras echaba mi tarjetas de navidad al correo. Yo a pesar de las tecnologías sigo escribiendo de mi puño y letra tarjetas.
Pero lo que charlamos a continuación es irrelevante, mejor imposible. 
Me gustó su historia pocas veces suele ser así. No hubo tragedia griega, tan solo un punto y final para poder empezar de nuevo una historia con un "Erase una vez"


martes, 13 de noviembre de 2012

NO SIN MIS ZAPATILLAS.



Todavía me dura la sorpresa de lo que el otro día vi.
Ya sabemos que no tenemos que criticar a nadie, y que si lo hacemos ha de ser en la intimidad de nuestra casa, pero seamos francos eso no lo hace nadie.
La perfección no existe y no voy a ser yo la primera que la inaugure.
Además el otro día oí en la radio que decían que el infierno existe y que es eterno. Y que el purgatorio está dentro de nosotros mismos. Y vale ahí es dónde vamos a ir todos los que como yo piensan y critican lo de otros, pero ya está es como todo, tiene que haber gente en todos los sitios. Y si realmente chismorrear de otros es un pecado seguro que nos encontramos muchos ahí abajo. En cuanto a lo del purgatorio que va dentro de nosotros mismos, realmente yo no pienso flagelarme ni por esto ni por nada.
Y yo pienso que lo malo también tiene que tener su punto bueno. Ya sabemos que criticar esta mal pero todos en algún momento lo hacemos. Unas veces de pensamiento y otras de boca.
Unas veces sirve para derribar y otras alegamos que son críticas constructivas. Pero en el fondo son críticas, que nos sirven o bien para entrar en conversación o porque no, para criticar a modo de chisme.
Pero bueno a lo que voy que me salgo del guión y si encima de que tengo la inspiración de baja por depresión me salgo del tema del que empecé entonces vamos apañadas.
Siempre digo que nada nos debería sorprender, pero yo aún todavía sigo abriendo la boca ante algunas cosas. Hoy la cosa va de trapitos, o mejor dicho de "zapatillas de estar por casa".
Anteriormente en uno de mis relatos comenté que dónde yo vivo la cosa es algo complicada a la hora de dar la bienvenida al glamour.
Que si, que ya lo se que no estamos en la ciudad, y que cada uno viste como le da la gana, pero yo es que con algunas cosas no puedo.
Y ahora sin más le ha dado a la gente por andar por la calle con zapatillas de estar por casa.
¿Pero que está pasando? ¿En que estación me bajé, que no se por dónde va el trayecto de las modas?
Porque no creo que todo el mundo sea una hortera, tiene que ser que siguen alguna tendencia.
Si ya lo se, que quiero si vivo en un pueblo pueblisimo, pero.....tenemos puestos de periódicos con revistas de moda, tenemos peluquerías (por cierto un montón), centros de estética y tiendas. ¿Dónde va la gente de mi pueblo a comprar la ropa?
Sin ir más lejos hace unos días discutía en el trabajo del porque yo no tengo chandal. La explicación rápida es que no me gusta y no quiero tenerlo, la moderada entre compañeros es que no me veo con esa prenda y la que tuve que dar ante un acoso de adjetivos que iban desde la comodidad hasta lo práctico fue que es una prenda horrible. Pero como siempre quieren pillarte estaba aquello del deporte, que va también para  la salud, salir a caminar y bla, bla, bla Y la verdad que debería hacerlo pero fui más lejos y cruel y conteste con una frase de esas que suenan algo pedante, "que la genética me acompaña". Y para disgusto de muchas es así. No hago dietas, no hago deporte y sigo cabiendo a mis 42 años en una treinta y ocho. Me niego a que me echen una edad que no es la mía por ir en chandal y rulos. Y bueno las zapatillas de casa ya es algo con lo que no transijo.
Iba yo tan campante conduciendo cuando de repente el coche de delante de mi se paró y se bajó la conductora porque se le había caído la matricula. La verdad que yo creo que ella con eso no contaba. Porque mi asombro vino cuando puso el pie en tierra y aparecieron las zapatillas de estar por casa, con esa felpa calentita que llevan y que estas de lo más pipiola. Y era mi vecina, que encima presume de ser de lo más chic. A la con sus babuchas dio la vuelta al coche miró y remiró y tras apartarse a un lado, bajo la cuesta hasta llegar a la matricula que había en la carretera tirada. Yo también aparté el coche y me quede petrificada mirándola por el retrovisor.
Yo no me bajo del coche así ni aunque pinche. Bueno no se me ocurre ni salir así para empezar.
Así que cuando me dicen que me conservo bien contesto que NO, no es conservación es cordura.
Yo no salgo a tirar la basura en bata ni en pijama, no bajo a la calle en rulos, no paseo en zapatillas y en cuanto al chandal he de buscar un sustituto como lo tienen todas las cosas para encontrar comodidad que ligue con deporte.
Si el sexo encontró su sustituto en el chocolate, estoy segura que yo encontraré la prenda para hacer deporte que no sea un horribilus pantalón de algodón ancho por doquier que me haga lo que no soy.
¡¡¡Huy!!! espero que mi vecina no lea el relato, porque no le va a gustar, lo mismo la dar por aporrear mi puerta con una de sus babuchas de felpa para pedirme explicaciones

martes, 17 de julio de 2012

EL BALCÓN INDISCRETO 1ª Parte


Eso es lo que tiene el verano, que tenemos las ventanas abiertas y nos da por ver y oír las vidas de los vecinos.
Hoy le conté a mi amiga, la que pasea su soltería con glamour que lo que el otro día vi a través de mi de terraza me hizo pensar que realmente hemos tenido tiempos peores.
Yo por casualidades de la vida me vine a vivir a un pueblo, un pueblo tranquilo y dónde a veces el reloj se para. Nunca pasa nada interesante, un rincón del mundo rodeado del mar Mediterráneo y con unas vistas maravillosas allí por dónde vas. Sigo conservando la esencia de la ciudad, y tengo muy claro que nunca saldré a tirar la basura ni en bata ni en rulos como mis vecinas. Pero tengo que reconocer que la tranquilidad de mi vida se ha ido apoderando de mi, aunque no de mi estilo. 
Pero a lo que vamos, estando en la terraza empecé a oír un ruido continuo como si estuvieran rascando sin parar y yo que no soy cotilla pero si curiosa me levanté y me apoye en el balcón a mirar. Hace unos meses la casa de al lado la ocuparon en alquiler una familia musulmana. Y allí mismo me tope con el pasado. Un pasado que pudo bien vivir mi abuela, pero que en mi propia casa yo no conocí. La mujer de la familia, fértil dónde las haya rodeada de seis hijos, lavaba como antaño agachada sobre un barreño con cepillo y tabla de madera. Tanto que nos quejamos del mundo en el que vivimos, en aquel momento en la casa de al lado me encontré trasportada a un pasado que no he vivido por edad pero si he oído en historias de mi abuela. No pude apartar la vista de su trabajo. La ropa relucía, tenía un blanco inmaculado, pero frotaba y frotaba sin parar. Desde calcetines a pantalones vaqueros. Con su típica vestimenta, tapada hasta los pies me dio que pensar y preguntarme si realmente sería feliz. Yo también tenía mi ropa tendida, y por supuesto blanca inmaculada pero con la diferencia de que mi amiga la lavadora me ayuda con esa tarea. Pero ¿y aquella mujer se planteó alguna vez su existencia en un país que ha progresado tanto en algunas cosas? 
Porque no puede ser que estar anclado en el pasado esté escrito en ningún libro, ni tampoco el hecho de no agarrarse al progreso para llevar una vida más digna sea dañino para nadie. A mi vecina nunca la veo en la calle paseando. Tan solo sale al patio dónde lava, charla con la otra vecina que es de su mismo mundo y trascurre su tiempo en las cuatro paredes de aquel patio. 
No invierte en moda como nosotras las occidentales, ni se maquilla. Tan solo cría hijos y lava ropa sin cesar. Porque una cosa es bien cierta, con tantos miembros en la familia tienes mínimo un jornada reducida de cinco horas lavando sin descanso. 
Aquella tarde la dedique a mirar. Si, como suena. A mirar sin descanso. 
Me pregunto ahora que el país en el que vivo atraviesa momentos delicados tal vez el balcón que mira al pasado la vida de la vecina no sea el mio sino el de ella hacia mi. Quien me asegura a mi que en unos años no me veré lavando la ropa a mano porque no tenga para llevar el tren del progreso que hace años alcanzamos.
Y no quiero ponerme pesimista hablando aquí de problemas políticos. Pues aquí se cuentan historias divertidas que hagan que te entretengan. Pero mi vecina me ha hecho plantearme seriamente la posibilidad de que su vida sea más real que la mía.
Cuando la empecé a contar todos estos planteamientos a mi amiga tan solo se la ocurrió preguntarme si ya había empezado con la pre menopausia. 
Esa tarde decidí que tomáramos el café en casa y que viera con sus propios ojos lo que yo veo cada día. La rutina instalada en unas vidas al margen del resto del mundo. 
Y así fue como a las seis de la tarde volví a oír ese ruido tan familiar del cepillo. 
Allí que nos asomamos las dos corriendo y comprobó sobre el balcón indiscreto lo que la contaba. 
Las personas compartimos muchas cosas pero no hay duda de que somos todas únicas y diferentes. Tan diferentes entre nosotras como la mujer del pasado lavando. A mi amiga no se la ocurrió otra cosa que ver la dificultad en como estaba sentada y como doblaba la espalda para tan denigrante trabajo. 
"Esa postura no puede ser buena para el cuerpo a su edad, esos ejercicios los hacíamos en el colegio en gimnasia, ¿no te acuerdas". Fue lo que me contestó. 
Yo me giré y la miré sorprendida. Esta claro que los ojos de cada uno ven cosas distintas. Yo veía su exclavitud, su calvario, su vida sin poder saborear las comodidades. En cambio mi amiga veía que la edad no era permisible con según que costumbres. 
Entonces realmente me di cuenta que tal vez desde las vistas de mi vecina ella no vería mi vida como algo envidiable. Posiblemente vivimos la vida como queremos, como podemos o como nos dejan. En la casa de mi vecina el progreso no había ni siquiera llamado a la puerta porque no tenía cabida. Sus hijos no jugaban en ese patio con consolas, ni vídeo juegos. Jugaban a la pelota ellos y al corro de la patata ellas. Se lavaba a mano sobre la tabla agachada y flexionando la espalda como hacíamos en el año 1980 en gimnasia. Y la película del pasado que yo veía a través de mi balcón indiscreto era el presente de su real vida. Es lo mejor que tiene y disfruta a su manera de ello. 
Me gustaría saber cuando ella mira a mi balcón que película ve. 

domingo, 17 de junio de 2012

COMO UN PAVO EN NAVIDAD

Con esa cara me quedé el otro día, cuando descubrí que trataban de convencerme de que cuando se es madre tiene una que convertirse en una maruja.
Yo siempre he pensando que la maternidad cambia irremediablemente la vida y que es una de las experiencias más enriquecedoras que me ha pasado en la vida. Pero de ahí ha querer formar parte de la lista de marujitas hay un abismo. Mi amiga la que pasea su soltería como estandarte de otra vida desde luego que piensa como yo. Solo nos faltaría eso. Y menos mal.
Así que deseando estaba de reunirme con ella para merendar y contarle como me sentí el otro día al descubrir que no formaba parte de ningún grupo. No puedo pasear mi soltería como ella porque estoy felizmente casada. No pertenezco al grupo de marujas de mi pueblo porque no pienso como ellas, y yo me pregunto ¿a que grupo pertenezco?
Cuando llegue a mi cafetería preferida allí estaba ella sentada con sus tacones, y sus piernas correctamente cruzadas. Leía el Vanity Fair y en seguida me vino a la mente si yo realmente podía conseguir equilibrar varias cosas a la vez, matrimonio feliz, maternidad y glamour.
Cuando puse mis posaderas en la silla di un bufido que más que una persona parecía un caballo.
Llegó Conchi con su impecable sonrisa y pedí lo de siempre.
Y no esperé a que me preguntará disparé la conversación en la que el otro día me vi involucrada.
Todo empezó por un dichoso partido entre padres y madres como broche de cierre a la temporada de baloncesto de los niños. Ni corta ni perezosa una mama del grupo intentó convencerme que cuando se es madre si hay que jugar al baloncesto se hace y no hay más remedio. Según ella eso es ser madre, a mi me dio a entender que era interpretar la infancia de mi hijo en mi propia vida.
Mi amiga se quitó las gafas de ver y me miró arqueando las cejas.
"Si, no me mires así yo a eso lo llamo chantaje emocional".
"¿Que demonios hago yo jugando un partido de baloncesto?"
Y lo peor de todo que la conversación llego hasta el camino de que cuando se es madre ya no se puede salir como antes, no hay tiempo para dedicarles a las amigas, no hay lugar para nada que no sean los hijos, el marido y la casa.
¿Realmente una cabeza puede desvariar tanto por estar casada y ser madre?
Mi hijo es lo primero y atiendo mi vida matrimonial como segunda prioridad y mi casa como tercera. Pero mi vida social con mi amiga o amigas también están en mi lista de prioridades. No creo que pasarme el día hablando de pañales y grados de fiebre en un futuro me haga pensar que soy la mejor madre del mundo.
Tampoco creo que dejar a mi amiga de lado porque ella no tenga hijos y no piense igual sea hacer lo correcto.
Mi amiga decididamente me aconseja que las deje de ver. Que lleve al niño a los partidos y salga corriendo. No puede ser bueno y teme que sea una epidemia de esa que sufren la mayoría de las que se convierten en madre más tarde o más temprano. Me niego hacer reuniones en casa llenas de madres y niños porque sea lo que corresponde. Me niego a hablar de conversaciones que solo giren en torno a niños, mamas, y lo bien que hacemos ese trabajo. Mi hijo disfruta de sus amigos y sus juegos, es feliz y lo pasa bien. Vive sus experiencias con otros niños como yo viví la mías propias, pero en ningún momento he pensado que su felicidad giré en torno a que yo pegue saltos para intentar encestar una pelota en la canasta como broche final a la temporada de invierno. Antes en mi época todo era más sencillo, ahora el tiempo que no se dedica a los hijos lo suplimos haciendo tonterías con el propósito de ganarnos un hueco. 
Aquella mama durante toda la tarde no paró, ella había cambiado en todo porque tenía hijos. Por un momento me pregunté "¿se creerá todo lo que dice?"
Tal vez la rara sea yo, pero en ningún momento pienso cambiar. La maternidad me cambió en otros aspectos. Nada volvió a ser igual porque la persona más importante de mundo era mi hijo. 
Pero.....mi hijo crecerá, tendrá su propia vida, elegirá su camino y mi trabajo como madre habrá llegado a su final relativamente. Le habré enseñado a ser buena persona., respetuoso. Le habré ayudado a tener un porvenir, pero hasta ahí llega la cosa. Una vez vuele, seré una espectadora de su vida con la que siempre podrá contar, pero nada más. Y no creo que el haber jugado un partido de baloncesto entre padres cuando el tenía siete años le llegue a crear un trauma infantil y mucho menos condicione su vida familiar. 
Así que a la mama que me hizo sentir por unos minutos como un pavo en  navidad, la digo que se vaya poniendo las pilas, que los hijos vuelan del nido para tener sus propias experiencias, y sus vidas no nos pertenecen, nada nos pertenece. Y la maternidad es muy fácil de compaginar con la vida social, tan solo hay que organizarse. 

























lunes, 30 de abril de 2012

FELIZ DÍA DE LA MADRE.





Por fin me he decidido, y he llegado a la conclusión que será un gran regalo para el día de la madre. 
Quiero que sepa lo importante que ha sido en mi vida y creo que lo mejor que le puedo regalar es uno de mis relatos, que no son otra cosa que pensamientos en voz alta.
Tendría que empezar diciendo que en mi opinión y la de mis hermanas es la mujer más importante de la familia. 
Sin ella no se que hubiera sido de nosotras. 
Es la mujer que me ha enseñado que había que escoger el camino adecuado y una vez en el no salirse. Es la mujer que me dijo que los hombres se visten por los pies y que con la cuchara que elijas será con la cuchara que comas. 
Ha sido, es y será confidente de mis secretos. Juntas hemos llorado y reído. Hemos compartido tiempo, penas y recuerdos.  
Ha sido la mujer que cuando he tocado fondo ha esperado para ayudarme a levantar. Siempre ha tenido consejos, nunca reproches, ni un ya te lo dije. 
Ha sido la mujer que ha aplaudido mis éxitos, la mujer que ha llorado con mis tristezas. 
Ha sido una mujer que nunca empañó momentos de felicidad con sus recuerdos tristes. 
Ha sido una mujer luchadora, que sacó a sus hijos sola sin ninguna ayuda en una época en la que la vida no era fácil.
Ella fue la que me dijo que para dejar huella en la vida había que hacer tres cosas, tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, que sepas que eso nos hace mucha gracia pero tienes razón.
Ella ha sido una mujer que nunca ha sabido el significado del "no puedo". Ella que siempre ha estado detrás de todos nuestros pasos, y que por fin puede decir que ha hecho un buen trabajo. 
Ella es la mejor abuela del mundo, que nos crió cuando nuestra madre nos dejó. Que saco tres nietas adelante cuando eramos unas niñas. Que no hubo una lágrima delante de nosotras por su hija perdida. Ella es el bastón de nuestras vidas. Nos ha visto crecer, nos ha visto casarnos, tiene biznietos y piensa que tal vez debería de haberse ido ella en vez de su hija. Pues no, no fue así y tenemos una suerte tremenda de haberte tenido.
No tengo manera de darte las gracias, tan solo decirte lo importante que eres, y que sin querer pasaste de abuela a madre. Ahora a sus 92 años piensa que ya ha cumplido un ciclo, y yo pienso que es el momento perfecto para que sepas cuanto te quiero. Aunque te lo digo siempre creo que no es suficiente. 
Espero que mi regalo te haga ilusión, y que estés muchos años a mi lado y en el de mis hermanas porque nunca todo el tiempo del mundo será suficiente.
Queremos que sepas aunque para ti no sea justo, que has sido, eres y serás más importante que mama, porque has vivido más momentos de nuestra vida de los que ella pudo ver. Porque has estado con nosotras en nuestra adolescencia, en nuestra madurez. Y porque la vida es el mejor regalo que te dieron para que lo vieras. 
Ahora siempre nos dices que ya puedes descansar en paz, pues queremos que sepas que te vamos a seguir dando la lata para que sigas a nuestro lado. Espero que tengas un feliz día de la madre. 


Esto es el pensamiento unido de Cristina, Alicia y Mª Jose para el día de la madre. 









domingo, 15 de abril de 2012

LO PEOR QUE TE PUEDE PASAR ES QUE.......


Si creían que lo habían leido todo en este blog, van muy equivocados. Pensamos que llegados a una cierta edad la vida se nos tranquiliza. Ya no tienen tanta emoción las cosas que nos pasan, pero no se porque, pero a nosotras no nos dejan de ocurrir aventuras para contar. Bueno mucho más a mis amigas que a mi.
Mi amiga la de siempre, la que desprende glamour por los cuatro costados y pasea su soltería como estandarte de libertad, hoy me ha llamado fuera del día habitual para que nos vieramos.
Casi siempre quedamos para cenar o tomar café en su día de descanso. Y por supuesto no hacemos siempre las mismas cosas. Aun no se instaló la rutina en nuestra amistad. Pero lo que hoy me extraño fue que no era su día de descanso y nos tuvimos que ver por una urgencia.
Yo sabía que me llamaría, porque la noche anterior fue de fiesta y seguramente algo me contaría. Hablaríamos de trapos, zapatos y de si una y otra iba con alguien o sola.
La cena era laboral y se reunian solo jefes. Era una cena anual que se repite cada año con el proposito "vete a saber para que" de aflojar tensiones o intentar relajarse. Se prohibe hablar de trabajo y se sientan estrategicamente para que así sea.
Mujeres no es que haya muchas, sigue siendo más bien una empresa machista. Todavía les cuesta añadir a sus filas al sexo femenino, pero alguna ha conseguido llegar. Y por supuesto es obligatorio asistir.
Cuando entrè en la cafetería ya sabía que la historia prometertía. Y así fue.
Cuantas veces nos hemos hecho la pregunta, ¿y si me pasara esto?, "y si me ocurriera aquello me moriría de la verguenza". Hasta que pasa.
La aventura empezó nada más salir de casa, y tropezar con los escalones del portal que llevan toda la vida allí. Quizá era una señal, buena o mala pero señal.
Cuando llegué y la vi su cara, era todo un poema. No se había quitado las gafas ni dentro de la cafetería y se encontraba en la última mesa, de esas que nunca cogemos porque sino nos perdemos algo.
Dos besos y sin apenas pausa me dice, "toma asiento por si te caes".
Yo no sabía si pedir el café, una tila, no pedir nada. Pero bueno, se acercó Conchi como siempre con su estilazo y su sonrisa y tras unos segundos para tomar aire pedí el café y una de esas modernas magdalenas que siempre se llamaron así y ahora se llaman muffins o algo parecido.
Seguía muda y yo corté como si de un cuchillo se tratara el espacio tiempo mudo que había.
"¿Como fue la fiesta? Aquella pregunta la estaba esperando, y como si de abrir el grifo se tratara un chorro de lamentos salieron y se estrellaron contra mi.
"Calla, calla que cuando te cuente, seguramente entraras en un estado catatónico como en el que estoy yo"
Yo todas estas situaciones ya dije anteriormente no me sorprenden pero dicen por ahí que no lo hemos visto todo. 
"Anoche antes de salir de casa casi me mato con los tacones por las escaleras" 
Me agaché para mirarla los pies por si llevaba alguna pierna vendada, y viendo que no ladeé la cabeza dándola a entender que el mundo no acababa por un tropezón.
Llego mi café y mi moderna magdalena.
Pero no hice ademán por si acaso lo que venía después era una tragedia griega. Y que poco me equivoqué. 
"Lo peor no fue que tropezara, eso solo fue una señal de lo que vendría después" 
Yo ya temblaba, aquello iba a ser un nuevo relato de creencias o situaciones para anormales.
"Conduje hasta mitad de camino del lugar dónde era la cena, pero como me había parado por lo del traspies y  no quería llegar muy tarde, tome un atajo, de esos que hay tipo caminos sin asfaltar y que adelantaría cinco o diez minutos". "Justo los minutos que perdí sentada en el escalón colocándome el zapato".
Decidí echar azúcar a mi café para aparentar normalidad. 
"Y a mitad del dichoso camino sin asfaltar, va y pincho una rueda"
Bajé la cabeza y moví los ojos de un lado para otro. Apoyé la frente sobre la palma de la mano. 
" Si, pero aun no he terminado lo mejor" "El dichoso camino no tenía apenas transito, ahora se el porque". "La cobertura del móvil era inexistente, y para rematar no veía la forma humana de agacharme y colocar el gato para cambiar la rueda". " A todo esto suma el hecho de que no he cambiado nunca una rueda y encima el vestido era tan ajustado que hubiese sido mejor quitármelo, total no hubiese pasado nadie por aquel camino de muerte"
En aquel momento me acordé de Dios, no se porque siempre recurro a el en estos momentos. Tal vez me situé en el momento y creo que sería mejor morir, (en el buen sentido de la palabra).
Y casi me salió un pitido por voz y la pregunté "¿que hiciste?, porque si estamos aquí hablando es porque todo se solucionó". "¿Porque no me llamaste? 
" ¿Y que haríamos las dos allí?" "Quedarnos atascadas dos en vez de una".
Aquello si que me hizo reír de verdad.
Seguí mirando la moderna magdalena y esperé pacientemente a que siguiera.
"Llamé a la guardia civil"
Yo seguí muda y asentí con la cabeza de arriba hacia abajo.
"¿Y...?"
"Pues nada que aparecieron".
Yo seguía perdida entre el café con leche y la dichosa magdalena.
Y lo que vino después si que fue la auténtica bomba.
"¿Y a que no sabes quien apareció?"
Yo negué rápidamente para que me lo dijera cuanto antes. 
"Jorge".
Miré hacia atrás por si había alguien escuchándonos. Menos mal que estábamos en la última mesa como si estuviéramos cerrando algún mal trato. 
"No puede ser" " 
Las preguntas se empezaron atascar.
"¿Llamaste a Jorge para que fuera en tu auxilio?" "¿Tenía guardia?" "¿Estás segura de que era el y no un fantasma?
Siempre que pido de comer pasa lo mismo se queda frío.
"Claro que era Jorge, y por supuesto que no sabía que vendría, ni que tenía guardia" "Y para remate unos minutos antes estaba decente sentada sobre un muro esperando, pero se me ocurrió que antes de que llegaran podía adelantar trabajo y justamente cuando aparecieron tenía el vestido remangado a modo de cinturón, los zapatos encima del coche para no perderlos y los pelos todos por la cara que ahora dudo de si me conoció nada más verme". 
He de aclarar que Jorge es el ex de mi amiga. Que es guardia civil y que estoy segura de que era la última persona que creía que iba a encontrar. Acabar acabaron  bien, no hubo tiros, ni reproches. Pero acabaron. 
Y ahora estaba  plantada en un camino de tierra sin asfaltar, descalza y medio desnuda con la rueda de coche pinchada.
Enseguida apareció Conchi y se llevó mi café. Al momento me trajo otro recién calentito. Estaba acostumbrada a este tipo de situaciones y ya se había convertido en un clásico esto de calentar lo que pedíamos. Menos mal que tenemos su discreción, que sino no, no iríamos allí a tomar café.
Mi amiga continuó hablando.
"Me cambiaron la rueda y como en diez minutos acababa su turno, su compañero se fue en el coche patrulla y yo le acerque después a su casa".
"Ahhhh," dije yo sin más.
Ya no sabía que era peor, si que se te rompa el tacón y caigas escaleras abajo, o quedarte atrapada en un camino y que acuda a socorrerte tu ex novio guardia civil.
Me pasa lo mismo con la magdalena, no se si es mejor llamarla muffins o dejarlo como se la ha llamado toda la vida. 
A la cena de personal nunca llegó, y estuvo hablando hasta el amanecer sentada en el muro de piedra de una finca con su ex. Si había que justificar el hecho de porque nunca llegó al evento no tenía problema, seguramente en el cuartelillo le harían una nota oficial como que estaba sirviendo a la patria.







domingo, 25 de marzo de 2012

LA HISTORIA DE LA VIDA SUPERA A LAS PELÍCULAS

A veces la vida te hace regalos, y yo sin darme cuenta
Últimamente ando atareada, cuando tengo un rato para mi no lo empleo para mi realmente. Mi trabajo extra absorbe esos minutos que deberían de ser de relax y mi cabeza no deja de trabajar. 
Menos mal que duermo como mínimo ocho horas, bebo mucha agua y sonrío. Y lo más importante tengo una familia que es un diez. 
Y hoy sin darme casi cuenta he disfrutado del regalo que me ha dado la vida. 
Hace unos años, (ya bastantes)cuando me vine a vivir a la isla lo hice con el convencimiento de que estaría un tiempo y regresaría a mi tierra. La añoraba cada día, y sentía que en dónde vivo actualmente era un lugar de paso. Luego me instalé afianzando mi trabajo, hice mi familia y me quedé. Los amigos jugaron un papel importante en la decisión de quedarme, aunque los del principio no son los de ahora. Ahora no son los que estaban, y si son los que no estaban. Aunque lo más importante de todo es que en este momento tengo en quien confiar y quien confía en mi.  Pero siempre pensando que aun en la vejez volvería a mi tierra, y si no era por mi propio pie, sería para el descanso eterno.
Todo esto lo pensaba hasta hoy. Sin casi darme cuenta han pasado los años y la vida que dejé casi se iguala a los años que llevo ahora aquí.
Y hoy tenía que ser el día en que abriera el regalo.
Hace cosa de un año amplié mi trabajo, una parte que empezó como ocio ahora se ha convertido en un extra para la economía familiar y casi casi en inprenscindible para mi. Repito cada semana de ir a varias tiendas del pueblo para adquirir el material que necesito y a veces doy una ronda paseando por si salen cosas nuevas que me sirvan o simplemente para ver ideas. 
Y así descubrí hoy la sorpresa.
Decidí ir a comprar el pan y lo hice caminando. El día que hacía invitaba a ello, un día de primavera. Incluso con bastante calor. 
Aquí en el pueblo en el que vivo tenemos una calle peatonal  dónde están los comercios más importantes. Paré en el banco a sacar dinero y en ese momento me saludó el cajero que salía. Entré a comprar el par y la dependienta con una enorme sonrisa ya me fue preparando la barra que habitualmente llevo sin decirla yo nada. Con cariño me preguntó por la familia y se despidió de manera efusiva. Todo esto no nos llevo más de minuto y medio . 
Seguí caminado y justo cuando pasaba por la mercería el dueño que andaba por dentro del escaparate levantó la mano para saludarme y decirme que tenía las telas para la semana que viene. Tampoco me paré mucho, todo fue sobre la marcha. Y por fin entré a comprar el periódico en la papelería dónde voy con mi hijo a comprar los cromos y remate el día de saludos y conocidos. 
Todo esto lo cuento porque hace bastantes años vi una película que por desgracia no me acuerdo del título. Pero me gustó mucho el argumento y que recuerdo bien sus imágenes. En ella la protagonista se traslada a un pueblo perdido para cambiar de aires y empezar una vida tranquila. Trabajaba vendiendo su artesanía a varías tiendas de la zona y consiguió que los lugareños la acogiesen con cariño en su comunidad. La escena de ir dejando sus trabajos, comprar en la tienda el pan y recoger la prensa me hizo recordar en aquel momento lo idílico de la película. Me parecía imposible y a la vez pensé que aquello era difícil que ocurriese en la vida real. 
Y vaya sorpresa que me llevé hoy. Hay que reconocer que hay más películas sacadas de la vida real que al revés.
A lo mejor también la que he cambiado he sido yo, y durante todos los años que llevo aquí siempre estuvo ahí. 
Lo que sé es que sin más me he convertido en la protagonista de aquella maravillosa película que vi, de la cual no me acuerdo del título. 

miércoles, 15 de febrero de 2012

NOS PRESENTAMOS A CONCURSO

Exactamente lo que dice el título. Me presento a concurso. Ha salido la oportunidad de presentar un relato corto, fácil de leer en no más de tres minutos y eso es lo que voy hacer.
El "No" ya lo llevo en el bolsillo, y nunca me olvido de que son relatos contados como se habla, relatos reales, relatados sin ninguna formación academica, y que el único proposito que hubo siempre fue sacar una sonrisa de lo que al principio eran tragedias y problemas de las personas que lo contaban. No se me va a ir la cabeza, porque el premio económico no da para mucho, pero si sale ganador tendremos otra historia para hacer otro relato.
Después de preguntar a conocidos y no tan conocidos que los han leido he decidido mandar el que más se ajustaba a lo que pedían. Si pasado el tiempo no obtengo respuesta eso querra decir que tengo que seguir tirando de las anécdotas de las amigas para seguir escribiendo y volver a intentarlo cuando se presente la ocasión, hasta que consigamos algo.
Si no ganamos" no pasa nada", no hemos estudiado para ganar nada, no tenemos ninguna presión, ni nos va a quitar el sueño. Tan solo hay que verlo como lo que es, una oportunidad para cualquiera. Para los preparados y los no tan preparados.
Intentare presentarlo lo más adecuado, pero no pienso cambiar ni una sola expresión del relato ya que para bien o para mal fue así como se escribió y así lo quiero.
De una cosa estoy segura, el que lo lea seguro que sonrie.

sábado, 7 de enero de 2012

SIEMPRE HORMIGAS, NUNCA CIGARRAS.


Ahora va a ser verdad que las vacaciones sirven para relajarse y pensar. Y con las mismas me he dado cuenta que he olvidado homenajear a esas mujeres que no llevan la misma vida que las de ciudad,  pero que no por ello dejan de ser mujeres igualmente con sus anécdotas.
He pasado los días en la Galicia profunda. En esas aldeas dónde ver a una mujer tirando de dos vacas y esperando a que coma el rebaño de ovejas nos choca. Allí había lo que buscaba, la ansiada tranquilidad. El poder disfrutar de ese aire puro y ese paisaje idílico que te hace regresar a la rutina con el cuerpo descansado y con otra visión de la vida.
Allí no había tiendas, ni maquillajes, ni preocupaciones de que me pongo para un evento u otro. No hay problemas de si no combina una cosa con otra, pero si había mujeres con su preocupaciones y con sus sueños.
De esas mujeres me había olvidado, y ahora es un buen momento para hacerles este regalo.
Siempre que llego los primeros días tardo un poco en acostumbrarme. Me cuesta tener que salir al porche para poder atender una llamada de teléfono porque dentro de casa no tengo cobertura. Y si llueve pues con paraguas en mano. Para vestir elegante sin pasarlo mal conlleva hacer malabarismo con las ropas y los complementos, porque ningún camino te permite ponerte esos preciosos tacones de diez centímetros. Es normal ponerte un vestido de lentejuelas con unas botas camperas con piel de borrego por dentro.
¿Sexy o fuera de lugar? El secreto está es como tu lo lleves. Como todas las cosas allí.
Cuando decides pasar unas vacaciones en una aldea dónde la tecnología de internet no existe y si preguntas por ella piensan que es una tapa de aperitivo has de prepararte para cualquier cosa.
Allí el reloj se para, se detiene para ayudarte a desintoxicarte de tu día a día.
Las mujeres de aquella aldea son mujeres trabajadoras como nuestras amigas de la ciudad, con un esfuerzo no reconocido y muy poco valoradas.
Son mujeres que doblan la espalda para recoger los tomates, las lechugas, las cebollas, todas esas verduritas que tanto nos gustan y a las que nos apuntamos para mantener nuestros kilos a raya, y que ellas recogen porque son su medio de sustento.
Que se adentran en un gallinero para recolectar esos huevos ecológicos por los que nosotras las mujeres de ciudad pagamos un buen dinero y ellas no llegan a ganarlo.
Allí se conforman con bien poco. Nunca un baño me sorprendió tanto cuando entré y miré que no había ni cremas antiarrugas, ni maquillajes, ni productos de belleza de ningún tipo. Agua, jabón y la tan buscada naturalidad. Que cuando te miras en el espejo lo que ves es el interior. Un buen momento para hacerte reproches tu misma, para rectificar, para disculpas. También para halagos, para premios a tus triunfos y logros. No hay mascaras, eres tu y el interior.
Y así sin más apoyada sobre la camelia que se haya en la parte trasera de la casa me fui empapando de confidencias de mujeres.
Me enteré que la mujer de la casa de enfrente le fue infiel al marido. Que la de al lado tuvo un hijo de soltera y nadie sabe quien es el padre, aunque todo el mundo sospecha.
Sin muchas conversaciones supe que había mujeres que estaban separadas físicamente del marido pero no con papeles.
Convivían bajo el mismo techo pero dormían en camas separadas. Con el sol del medio día que hace brillar las hojas de la camelia me enteré de bodas, bautizos y comuniones. De amores imposibles, y platónicos. De celos y nostalgias. De quien murió y doblan las campanas.
Porque aunque ellas no pertenezcan a mi circulo son mujeres.
Mujeres de campo, sin maquillajes, ni perfumes caros. Mujeres que hace algún tiempo se olvidaron de la coquetería, porque a la aldea no llegan esas cosas. Lo ecológico, lo natural y la tranquilidad se llevan mal con lo sexy y lo excesivamente femenino. Pero no tenemos que olvidar que mujeres son siempre mujeres. Con sus inquietudes y sus preocupaciones. Ya sea en la gran ciudad o en la pequeña aldea. Ya sean vestidas de Chanel o para el campo. Ya sean hormigas o porque no cigarras.
Este relato es un homenaje a todas las mujeres que trabajan en el campo y viven aisladas del estrés y del torbellino del progreso. A esas mujeres que a mi al principio de mis vacaciones tanto me sorprendieron con su tranquilidad y rutina.
A esas mujeres que les chocó tanto que escribiera con mi portátil apoyada sobre una preciosa planta de camelias bajo el sol del mediodía. Que viera sus trabajos y movimientos como el de las hormiguitas en verano. Todas en fila, siempre en el mismo lugar y hora.
 
P.D. Gracias por hacerme pasar unas vacaciones diferentes. Con cura incluida para el estrés y el agotamiento.