lunes, 20 de diciembre de 2010

"TE QUIERO" EN SERBIO


     Hoy ha sido una tarde casera. No llovía ni hacia mal tiempo para quedarse en casa, pero ha sido una de esas tardes en las que a uno no le apetece hacer nada. Y la hemos pasado mi amiga y yo tomando café y viendo una película en la televisión. Y entre los muchos temas que siempre tocamos, no se como hemos llegado a tocar el tema de las infidelidades. 
Y así como es, recordé que hace unos meses me encontré con una conocida a la que hacia mucho tiempo que no veía y que me dio mucha alegría compartir con ella cafés y conversación.
La conocí cuando ella pasaba por una mala época en la que la relación con su pareja después de cinco años hacia aguas. En aquel entonces trabajamos juntas y recuerdo como tuvo que sortear con valentía los comentarios y los cotilleos que se empezaron a tejer en torno a ella. Su pareja era muy conocido por sus negocios y su posición social y decidió poner fin a cinco años de relación liándose con una guia de hotel.
Hace dos meses cuando me la encontré estaba radiante y feliz. Nos abrazamos en medio de la plaza con añoranza y desayunamos juntas. 
Desde entonces habían pasado diez años. Ahora se encontraba a sus 40 años en la mejor etapa de su vida. Poco había cambiado su físico, seguía traspirando esa seguridad que siempre fue su mejor baza, y seguía teniendo ese aura que le iluminaba allí dónde se presentaba. Se había casado y tenía una hija de cinco años. Y entre todas esas buenas cosas llegamos a recordar aquellas malas semanas que pasamos en el tiempo que éramos compañeras.
Pero que curiosa es la vida, cuando lo estaba recordando descubrí en su mirada una mezcla de nostalgia y alegría. Y no pude evitar decirla todo lo que habían cambiado las cosas. Pasamos en un momento de querer morir a estar en el mejor capítulo de nuestra vida. Y como digo siempre llegado a estos puntos ya casi nada me sorprende. 
Y sin más me suelta que aquella época no fue realmente tan horrible. Salvo porque ahora estaba casada con el hombre de su vida, aquel año atrás vivió lo que se dice una historia de amor. Llena de pasión y misterio. Al principio no le cogí el hilo de la conversación, pensé que hablaba de otra persona, pero que va, era de ella. Y con toda tranquilidad y suavidad me confesó que antes de que su pareja la fuera infiel a ella, se lo fue ella a el. 
Con el paso del tiempo compruebas que para descubrir secretos solo hace falta el lugar y el momento apropiado. 
No se porque no me sorprendió. Y sin más me contó una historia de amor que comenzó cuando su relación naufragaba.
Y mientras su pareja se apoyaba en una ficticia depresión y pasaba unos días de vacaciones con su mama, a ella le invitaban a cenar de manera informal en un lugar romántico y le conquistaban con acento de los Balcanes. 
El era pintor, y serbio. Atractivo, masculino, misterioso y aunque según ella no era muy alto, estaba dotado de un don para amar y dejarse amar. 
Asistí impertérrita a una historia que me puso el pelo de punta. 
Por un momento me pregunte "si era un pecado tan grande la infidelidad".
Como tal, la palabra infiel se asocia a las religiones, así pues alguien infiel es alguien que no cree en ninguna religión. 
Pero llevado a lo cotidiano, la aceptación más común hace referencia al respeto mutuo entre la pareja. Y como era normal siempre se toleró más ese hecho entre los hombres que en las mujeres. Pero pecado lo que se dice pecado no está reconocido como tal. 
Y de la manera que ella lo relato, de pecado nada. 
Me contó esa dependencia física y emocional durante todos los meses que duró su doble vida. Pero no podía dejar de preguntarla que tal y como somos las mujeres "¿que fue lo que la impidió tirar por la borda a su pareja oficial y vivir el momento?, al fin y al cabo estaba todo muerto. Hacia meses que no existía relación alguna entre ellos, y era un hombre parco e inútil a la hora de demostrarla sus sentimientos.
Y con toda la sinceridad de la que siempre ha estado dotada me dijo, " si Cristina con el descubrí el amor verdadero, sus besos fueron los mejores que me dieron y pude ver su interior", fueron muchos momentos lo que me susurro un "te quiero en serbio", pero nunca pude ver seguridad a su lado. 
Aquello si que me mató realmente. "Seguridad" es una palabra que las mujeres utilizamos a menudo, y que siempre andamos buscando. Pero "¿que seguridad podría necesitar mi amiga en aquel momento?" Tenía todo y con su serbio dormía abrazada, que más seguridad que esa. Pero ella quería algo más, y no era precisamente económico. 
A lo mejor le dio miedo de tener que seguirle en un futuro más allá de las fronteras de su mundo. 
Y así fue como bajo la luna, entre baños de espuma y con cenas románticas se hicieron confidentes de sus propios problemas, sin obligaciones ni responsabilidades para con el otro. Sin reproches ni preguntas impertinentes. Solo ellos dos. 
Y un buen día decidieron poner punto y final al cuento de hadas.
Yo aquella mañana quede hecha añicos con lo que me contó. Hubiera querido que fuera diferente, pero no siempre el príncipe encuentra a la princesa para probarla el zapato. 
Después supe que volvieron a verse dos años más tarde y tomaron un café. Pero ya era demasiado tarde para ellos. Ella estaba sola pero el se había comprometido con alguien. También sabían demasiado el uno del otro y les quedaban pocos rincones por descubrir.
Su amor fue una historia de película con final no feliz. 
Y aunque no pretendo ser hada madrina de nadie, me decidí a escribir el relato porque si tuvieramos la suerte que llegara lejos y a lo mejor pudiese leerlo su serbio y saber que ella lo amo intensamente.  Aunque según me dijo mi amiga, a el nunca le quedo duda ninguna de que ella le correspondió con el alma. 
Así son algunas mujeres, sacrifican sus sentimientos por el miedo a la inseguridad. 
Después de terminar y casi cuando me marchaba le pregunte si ahora con su vida estaba segura. Y me contestó un "si" rotundo. 
Estaba claro, ahora además de enamorada se sentía segura.

UNO DE LOS DIAS MAS IMPORTANTES


     La manera en como vivimos la vida depende de cómo sean las personas. Y así ocurre con los acontecimientos, por muchas normas y reglas que la sociedad nos imponga. 
La celebración del matrimonio puede ser informal, tradicional y original. Puedes tirarte meses preparando una gran boda para que salga todo perfecto y fallar y hacerlo en un par de semanas y que sea un éxito. 
Yo siempre he sido una mujer meticulosa y muy metódica en todo, pero con los años y la vida, cambias.
Pero hay mujeres que no necesitan cambiar, son estupendas como son. 
De las muchas boda a las que he ido, hay una que recuerdo con cariño y en la lo pasé realmente bien, fue la de mi mejor amiga. 
El matrimonio no era prioridad en su vida, pensaba que casarse no era lo primero pero tampoco lo último. Su prioridad en aquel tiempo era quedarse embarazada y a pesar de que le costó, por fin lo consiguió tras someterse a tres tratamientos de fertilidad. Los milagros no existen así que yo lo llamo perseverancia. Y ella como tiene esa madera de luchadora siempre supe que lo conseguiría. 
Y aquel fue su año, su pareja la propuso matrimonio un mes antes de que nos diera la feliz noticia de que estaba embarazada. 
Pero lo tradicional ya no se lleva, ni lo antiguo, ni lo azul. Se lleva lo que te haga feliz, lo que te guste y lo que te deje un recuerdo imborrable en tu cabeza y en la de los demás.
Su boda fue una boda en la más estricta intimidad, y cuando digo intimidad digo que fuimos solo trece invitados. Se casó al mes y medio de dar a luz a su bebe. Hizo unas originales invitaciones escritas a mano con una letra digna de las mejores impresiones y busco un recuerdo poco visto y que le dio al dependiente de la tienda dónde lo compró la idea para aconsejar a futuros clientes.
Nos regalo una preciosa vela con forma de flor para cuando la encendiéramos tuviéramos la luz que tuvo ella aquel día.
Pero lo más anecdótico para mi fue la manera en como se compró lo más importante para una novia, "el vestido y los zapatos".
Aprovechó uno de esos días en los que tenía revisión, ya que se encontraba en su octavo mes de gestación. Y acudía casi semanalmente al médico. Y paseando por esas maravillosas calles de tiendas vio en un escaparate esos vestidos que a todas en algún momento no apetecería ponernos. Vestidos largos, de fiesta, con escote, con tirantes, con volantes , pero en ningún momento vio vestidos de novia porque no era una tienda de eso. 
Y allí estaba el suyo. Un precioso vestido de color champán, largo con corte imperio y tirantes retorcidos, y en el que pudo meterse y ver como le quedaba. Pero yo digo que las dependientas debido al trasiego de personas que tienen, nunca deberían de sorprenderse por nada. Le quedaba como un guante y la mujer la animó porque realmente estaba muy guapa. Además la dijo que era un tono discreto que no competiría con el de la novia. Pero claro mi amiga tuvo que aclarar que la novia era ella, y que era un vestido que tendría que valer le pasado tres meses que es cuando se iba a casar. La dependienta quedo muda. Una mujer de casi ocho meses y medio con una barriga inmensa, se probaba el vestido que llevaría en su propia boda en que la tripa por supuesto habría desaparecido. 
Nunca había oído nada parecido en todos sus años de cara al público. 
Realmente era todo un riesgo, pero allí estaba ella como en casi todo atreviendose a ello. 
Y ahí no acaba la anécdota. le quedaba otra cosa importante, "los zapatos".
"Claro por supuesto" le contestó la mujer, y le ofreció asomarse por la tienda que había en frente que era de los mismos dueños y que era una zapatería. 
Pero se levantó el vestido y vio que era demasiado tarde, a partir de las diez y media de la mañana sus pies ya no le permitían calzarse nada que fueran las chanclas que llevaba en ese momento. Tendría que dejarlo para la semana siguiente. Pagó y dejo a un dependienta estupefacta de asombro. 
En la semana siguiente volvió se probó casi en extremis los zapatos y se los llevo. 
Hay que decir que el día de la boda estaba radiante. A pesar de que no había horquillas de moño en la peluquería y casi se queda sin peinado, y de que se olvidaron en la pastelería de hacer la tarta, el día la acompañó en todo momento. 
Lejos de perder los papeles estaba relajada. Fueron corriendo las peluqueras a comprar horquillas y la hicieron un estupendo moño italiano que realzaba su distinguido cuello y su perfilado rostro.
Recogió ella misma las flores ante una asustada florista que pensaba que se echaba la hora de cerrar y nadie venía a por otro importante complemento.
Y en la hora de la comida cuando se avecinaba el momento del postre, un astuto encargado llamó a la pastelería para ver que ocurría con la tarta y sustituyeron el pastel nupcial de dos pisos elegido por dos tartas comunes riquisimas.
Pero todos coincidimos que fue una boda mágica. Un "si quiero" dado con sonrisas y complicidad, unas fotos dignas de las mejores portadas de revista y una comida amena, tranquila y entrañable cuando una novia insultante de felicidad y belleza le daba el biberón a su bebe antes de seguir comiendo. 
Sus invitados fuimos sus amigos, lo que ella nos llamaba su segunda familia y se nos pasó el tiempo tan rápido que cuando nos dimos cuenta teníamos que despedir un día de novela.
Salió todo sin programar, sobre la marcha. 
Y hubo un momento en el que la pregunté si ni siquiera había tenido los nervios de una novia por todos los contratiempos, y como si nada me contesto que "no". Que tenía todo para que saliera perfecto. Tenía lo primero su hijo, lo segundo el hombre de su vida y lo tercero sus invitados, todo lo demás eran complementos de decoración.
Y es verdad, aunque hubiéremos comido una bolsa de patatillas y hubiese ido con la melena al viento (sin las dichosas horquillas) habría sido igual de feliz. 

domingo, 19 de diciembre de 2010

DE MADRID AL LIMBO


     A la mayoría de las personas preguntadas les encanta la lluvia. El ruido que hace sobre tejados y ventanas, la suavidad con la que te moja la cara y la frescura que te aporta. Y yo sin embargo no veo su belleza por ningún lado. 
No soporto esa lluvia meona que cae floja pero que cala hasta los más interior de mi ser. Odio que me moje sobre todo el pelo. 
Se queda como si una gran vaca te hubiese pasado la lengua, y luego cuando se seca ya no es lo mismo. La lluvia te deposita una pequeña grasa que le hace tener un aspecto sucio. Pero a la gente del pueblo en que yo vivo parece importarle bien poco. No veo paraguas, corren de un lado para otro cuando se pone a llover, algunos utilizan sus carpetas o bolsos para cubrirse la cabeza, pero de los paraguas, ni rastro.
"¿Quizá es un objeto demasiado caro para lo que sirve, o es que la gente teme parecer ridícula cuando lo lleva?"
Y ya no digamos cuando el agua te moja la cara y te deja a ronchas el maquillaje.Porque yo, llueva, truene o granice, siempre voy maquillada. Siempre arreglada y siempre peinada. 
Lo que no estoy dispuesta es que un día gris y lluvioso tan fantástico para muchos, me arruine la puesta en escena. 
He de reconocer que hoy el atuendo que he escogido no es el más apropiado, puesto que unas manoletinas plateadas no son el mejor calzado para sortear los charcos.
Yo vivo en un pueblo en el que el glamour aún no ha llegado, intenta abrirse paso a trompicones. 
Un pueblo en el que la gente para frente a los escaparates de las tiendas para comentar las esquelas que allí están puestas, y en el que saludar o no depende del día y las circunstancias. Es un pueblo muy pueblo. 
No quiero decir que no me guste, lo que ocurre es que a mi me satura mucho lo rústico, un poquito vale, pero mucho no es lo mio. 
Pero a pesar de todo eso, me he ido acostumbrando a vivir aquí.
Ahora vamos por partes para desvelar los secretos de cómo una chica de ciudad como yo se adaptó aun lugar como el pueblo. 
Estamos en primavera, pero como dije hoy el tiempo se ha empeñado en recordarnos como son los días de invierno. 
Es un día con bastantes recados que hacer, porque es el cumpleaños de mi amiga y he de ultimar detalles. 
Mi amiga no es con la que siempre tomo café, y hablo de todo, es otra amiga con la cual trato temas distintos. 
No es por falta de confianza, sino que es diferente. 
Una es rubia, la otra morena. Una soltera y la otra casada. Por tanto los temas de los que hablamos son muy diferentes. Eso si el ritual del café es el mismo. 
Hoy cae esa lluvia meona, pero yo a lo mio, blusa fina, pantalón vaquero blanco y las preciosas manoletinas plateadas. 
Sigo pensando que estamos en primavera y no quiero cambiar de opinión de lo que tenía preparado. Una vez en la calle ya veré como sorteo lo charcos. Y bueno en el bolso que no falte el gorro de lluvia. 
En un pueblo como en el que yo vivo, la gente se conoce bien, pero un buen motivo para charlar son las esquelas. Yo estas cosas las respeto mucho pero no deja de resultarme trágico que encima de que has muerto, pongan por ahí tu foto en casi todas las tiendas a las que ibas en vida. 
Creo que es un trauma incluso para el dueño de la tienda. 
Antes te veía todos los días, le cogías el pan, y los bollos para el desayuno, y ahora tiene pinchada en el escaparate tu foto con un "te recordaremos siempre".
"¿Es realmente necesario, o nos dejamos arrastrar por las tradiciones?".
Cuando tengo esos días en los que las tareas me obligan a dejar el coche y caminar, es cuando más me fijo en los detalles del pueblo en el que vivo. 
Estos días lluviosos sacan la peor de las caras, son días malos para el humor de la gente, y para hacer amistades. 
Llueve te pones el paraguas delante de la cara y haces como que no ves. Esto va después de lo de las esquelas lo que no llego a entender. 
Al principio cuando llegue a vivir aquí, a todo el mundo que conocía cuando volvía a verlo lo saludaba, si se daba la ocasión para pararse y comentar algo lo hacia. Pero a medida que ha ido pasando el tiempo de estancia, he observado que depende de cómo las persona se vaya acercando a ti a si será el saludo. 
Esto me ha llevado en ocasiones hacer un estudio exhaustivo del individuo y sus circunstancias. 
Si, ya se que no se entiende. La misma persona a la que hace tres días saludé, volví a verla ayer con un sol radiante y cuando me acerqué a ella con una de mis mejores sonrisas giró la cabeza y siguió adelante. 
Luego por la tarde cuando nos volvimos a encontrar, me saludo como si nada. 
Pero lo mejor de todo es que no es con una persona solo con la que ha pasado, es con más, y en diferentes días. 
Realmente, "¿dónde han quedado nuestras buenas maneras?" "¿es despiste, o está hecho con alevosía y premeditación?"
"¿Saludar se ha convertido en el juego de la margarita, "me quiere, no me quiere", "saludo, no saludo"?"
En las grandes ciudades casi es normal subir en el ascensor y no conocer al del último, pero "¿en un pueblo también?" "¿El hecho de ser tan pocos y conocernos nos hace tomarnos la confianza de saludar cuando nos apetece, o realmente eso ocurre cuando no caes bien?"
"¿Dónde queda todo lo que aprendimos de niños como "saluda al señor" o "da las gracias"?"
Yo con el tiempo me he llegado a adaptar. Hace unos meses miré mi primera esquela y su cara me era familiar, fue la primera vez que me enteré por el anuncio de un escaparate de que alguien conocido había muerto. 
A la lluvia nunca me acostumbraré, no me gusta. Y en cuanto al gorro siempre le llevo y me lo pongo cuando cae la primera gota. Lo que para algunos puede resultar ridículo para mi es extremadamente necesario.
En la gran ciudad, pasaría totalmente desapercibida, pero aquí en el pueblo un gorro o una boina desencadena toda una serie de opiniones a cual más sorprendente. Pero yo prefiero hacer el ridículo llevando un gorro cuando llueve o hace frío, que ir empapada o helada por el que dirán. 
Después de reflexionar mucho y de haber llegado con las manoletinas empapadas, me encuentro en el punto de partida de hace quince años. No ha pasado el tiempo, porque realmente esto es un pueblo y el glamour aún no ha llegado. Pero como dije me gusta. 
Prefiero que hablen ahora de mi y de mi gorro, que ser el tema de conversación frente a la pastelería en la que cuelgue mi esquela.

UNA SONRISA DE ALFOMBRA ROJA


     Ya me gustaría a mi que todas mis historias fueran para echar carcajadas. Dicen por ahí que por cada cinco minutos de risa unos cuantos años de juventud. 
Pero lamentablemente la vida no es así por mucho que yo me empeñe en pintarla a colores aquí.
Hoy la cita es con otra de mis amigas, hemos coincidido en un cumpleaños infantil. Un lugar para reunirse las mamas y estar un par de horas distraidas. Pero también un lugar para lucirse, ya que como no tenemos muchas ocasiones de ir de fiesta sacamos todo el arsenal para los banquetes de los niños. 
He de destacar que mi amiga la del cumpleaños está hecha de otra pasta. Pertenece al grupo de los toreros. Siempre he oído que los toreros están hechos de una pasta diferente, pues ella entra en su grupo. 
Para mi es la mujer que mejor a capeado las tragedias de su vida. 
Cuando nos vemos de tanto en cuando me hago siempre la misma pregunta, "¿como es posible que ha pesar de todas las desgracias de su vida, siempre sonría?".
Y he llegado a la conclusión de que sigue una terapia.
Cuando a veces aconsejamos a alguien que se anime, que no decaiga ante un fracaso o tras pies en la vida, lo hacemos con sinceridad y el con el corazón, pero también con el convencimiento de que en esos momentos será imposible que siga nuestro consejo. Pero a ella a parte de que sería imposible aconsejarle eso porque sus desgracias superan la realidad, ella siempre sonríe.
Ella tiene una sonrisa de actriz de cine, de esas que salen en la televisión en la entrega de los oscars y pasean por la alfombra roja sin poderse permitir el no sonreír porque habrá algún fotógrafo que la pueda pillar.
Aunque sus ojos en el mismísimo fondo digan lo contrario, sus facciones y sus labios siempre sonríen.
Nos conocimos  hace diez años en el trabajo. El lugar dónde he conocido a las personas que han marcado parte de mi vida. 
Y nos unió un momento de dolor cuando perdió a un familiar. 
En aquel momento sus compañeras actuamos como mujeres y como amigas. todas cambiamos el día libre para que nos coincidiera con el de ella y pudiésemos estar juntas. Al poco tiempo recuperó su buen carácter y volvió a ser la misma. Me enteré más tarde que ya había pasado por ello en tres ocasiones más. Supe que de su reducida familia compuesta por seis miembros quedaban tres, pero ella seguía sonriendo. 
Después de un par de fracasos sentimentales, encontró al hombre de su vida y se casó en una discreta e íntima ceremonia sin apenas invitados, ni familia. Y lejos de parecer triste, ella en la fotos brillaba con sus sonrisa. 
Un año más tarde tuvo su hija y luego dos años después tuvo la segunda. La primera fue una niña tan deseada que hasta su propio marido tuvo los síntomas de una embarazada. Vómitos matinales, mareos, incluso se sentía hinchado. Nos alegramos tanto por la noticia, que todos y todas estábamos embarazados.
Pero a veces el destino o la vida se empeñan en que dejes de sonreír. Porque una sonrisa como la de ella a mucha gente ya le gustaría tenerla. 
Una tregua de unos cuatro años fue lo que tuvo hasta que le sobrevino la siguiente desgracia. Y su familia volvió a ser el punto de las iras del destino haciendo que se quedara tan solo con la compañía de un hermano. 
Unas cuantas canas, alguna arruga más y como siempre la sonrisa. 
En ocasiones me pregunto "¿si no será un gesto involuntario ante tanta adversidad, o si tal vez ella se niega a ser llevada por la corriente que la terminará lanzando por la catarata?".
En un tiempo prudencial para todos volvió a ser todo normal. Quedó en el recuerdo aquel nuevo pasaje amargo de su vida y continuó mirando al frente.
A pesar del trato que la vida ha tenido con ella, su voluntad y manera de enfrentar las desgracias le podían hacer entrar en el libro Guinness de los Récords, como la única mujer que nunca se rendirá. 
"¿Pero realmente todo lo malo que nos pasa, nos hace fuertes?" "¿o es que no nos queda más remedio?".
"¿Forma parte el don de la esperanza que quedó en la caja de Pandora y con el cual todos nacemos?"
Tal  vez sea lo único en lo que nos llevemos más parte las mujeres en cuanto a los hombres. 
Yo a veces me quejo de cosas a las que realmente no tendría que prestarles ni un segundo de mi tiempo, porque cuando echo memoria y veo todo por lo que ella ha pasado me doy cuenta de que me quejo por placer. 
Miro y veo que los niños lo pasan genial en los cumpleaños, pegan saltos sin parar y gastan toda la energía que nos falta a nosotras. 
Observo a sus hijas y me doy cuenta que ninguna ha heredado sus sonrisa. Una es igual que su marido y la otra igual que ella, pero sin la sonrisa. 
Hoy en día se patenta todo, y dones como el de ella que es tan difícil de verlo en otras personas, se debería poder registrar como propiedad de valor. 
Justamente hace ahora tres años en un cumpleaños muy parecido a este, me enteraba de la terrible enfermedad que le diagnosticaron a su hija mayor.
El sufrimiento fue de tal dimensión, y tan devastador, que era suficiente para enterrar la preciosa sonrisa de la que es dueña absoluta y todas las fuerzas con ella.
Pero ni con esas, es suya y solo suya. 
Cuando fui a visitarla y salio a recibirme, yo me di la vuelta para llorar, no pude aguantarme y ella me consoló y me regalo aquel maravilloso gesto. 
Este relato no es tan divertido como los otros, y no lleva anécdotas cargadas de ironía, pero quería regalárselo contándolo. 
Tres años después, el tiempo y tragedias han hecho surcos en su físico, pero con la sonrisa no han podido. 
Una vez le pregunte como mantenía esa expresión a pesar de todo, y me contestó "que no estaba dispuesta a consentir que aquello también se lo arrebataran". 

DÓNDE ACABA LA ELGANCIA


     No es que ya no me guste el café, pero hoy voy a pedirme un te. La retención de líquidos empieza a preocuparme. 
Demasiadas fiestas, comidas familiares y turrón. 
Hoy he quedado con mi amiga después de unas cortas vacaciones de Navidad y tiene mucho que contarme.
Seguro que le ha pasado algo. 
Con todas las cosas que me cuenta se podría escribir un libro. 
Ya la veo a lo lejos, y ella ya me ha localizado entre todas las mesas que están ocupadas en la cafetería.
Sortea las sillas y la gente como siempre, con glamour, estilo, arrastrando tras ella su impecable soltería. 
Me levanto cuando llega hasta mi y nos fundimos en una gran abrazo lleno de cariño. 
Mientras pedimos el desayuno y hablamos un poco de la familia y de lo que hemos estado haciendo, paso directamente al grano y le pregunto que me cuente algo divertido. 
Y claro que lo tiene, y algo pero que muy divertido y sorprendente a la vez. 
Tiempo atrás ya hace unos cuantos años conoció a un matrimonio e hicieron amistad. El un director de hotel y ella una mujer dulce e inteligente ama de casa. 
Esta navidad decidieron dar una fiesta en su casa por el día de noche vieja, e invitaron a mi amiga.
Y a ella que todo eso le vuelve loca de contenta, se apuntó rápidamente al evento. Se habían visto varias veces con anterioridad. Varios cafés y muchas más cosas en común.
A ambos les gusta viajar, leer y charlar de todo y de casi nada. 
Y de nuevo la oportunidad de ir a una fiesta, lucirse un ratito y sobre todas las cosas pasarlo bien.
Resultó que no fue la única invitada, había otras seis personas más. Pero con todas ellas se respiraba un aire de confianza y un ambiente familiar. Incluso a una de ellas la conocía de vista. 
Nos trajeron el café, mi diurético y las tostadas. Yo he de decir que he dejado de comer grasas saturadas y lo he sustituido por un poquito de mantequilla y mermelada dietética. Y hecho de menos irremediablemente los bollitos azucarados que me metía sin ningún remordimiento. Y la verdad que no es por cambiar, todo ello se debe a que hace meses que se ha instalado sin invitación una pequeña cantidad de carne de más alrededor de mi barriga.
Y yo digo como mi amiga la de la menopausia, ahora no, porque no es el momento. 
Hace una pausa y me mira sonriendo. Yo ya conozco ese gesto, y cuando lo hace es porque lo que viene es la bomba. 
Por lo visto aquella noche se presentó impecable en su casa. Sobria pero elegante. Eligió el negro para no equivocarse y lo combinó con pequeños destellos brillantes para no olvidarse de que estaba en fiestas. Se subió a sus plataformas y plantó su metro setenta y dos casi sin esfuerzo. 
Y cuando llegó no esperaba menos. En el centro del salón había una impresionante mesa, cuidadosamente decorada. Todas las servilletas tenían formas diferentes. Y los sitios en lo que sentarse estaban estrategicamente buscados para que nadie se quedara sin hablar. Era como si hubiesen cogido los currículum de todos y los hubiesen estudiado para emparejarlos. 
Yo le escucho atentamente mientras intento mentalizarme que la tostada de pan con mantequilla y mermelada que voy a comer me gustará igual o más que los antiguos bollitos de la semana pasada. 
Ahora si que pienso que la vejez conmigo lo va a tener difícil. 
Las carnes se me descolgaran porque es ley de vida, pero no porque yo les de vía libre para ello tan fácilmente. 
A la fiesta fueron llegando los invitados poco a poco. No eran gente importante pero si tenían trabajos interesantes para poder conversar. 
Y por la manera en que me cuenta, debió de ser una fiesta privada que le gusto bastante. Las mujeres vestidas de fiesta y los hombres con traje y corbata. 
La comida fue digna de un hotel de cinco estrellas. Los anfitriones no encargaron ningún catering, fueron ellos mismos quienes la elaboraron y la decoración también corrió a cuenta de ellos. La verdad que según mi amiga tenían rodaje en esto y se desenvolvían bien. 
Se combino a la perfección clase y familiaridad. 
Hoy la verdad que entre el te y las tostadas dietéticas voy a tener un día de los más saludable. Pero también será un día de los más hambrientos. 
Y volvemos otra vez al tema de la fiesta, todo perfecto y siguiendo un pequeño protocolo de buenas maneras a nivel de clase media, hasta que de repente vio algo que la rompió todos los esquemas. 
A la hora de terminar y tener que recoger, los anfitriones echaron de menos el servicio que para estos casos conviene contratar.  Y en su afán de continuar pasándolo bien pero con el apuro de dejar todo listo rápidamente para la hora de las uvas, allí que se apareció el anfitrión con el cubo de basura con bolsa limpia, para que fueran echando los desperdicios e ir terminando cuanto antes. 
Al traste que se fue lo elegante y lo glamuroso del momento, para dar paso a la confianza con la cual ellos se sentían con sus invitados. 
Así fue como terminó el último día del año, todos echando los desperdicios por turno en el cubo y apilando los platos para ir llevándolos a la cocina. Y así fue como sin quererlo uno decidió que fregaba y otro secaba, mientras otro ponía la bebida para brindar y otros sacaban las raciones de uvas para tomarlas al son de las campanadas. 
Yo ahora miro a mi amiga y me encojo de hombros, y quizá ella esperaba que hiciera otra pregunta pero la única que se me ocurre es "¿que tarea te toco hacer a ti?
Fueron fechas en las que a pesar de no estar con los suyos se sintió igual que en casa. Dónde cuando nadie nos ve hacemos cosas con la total confianza y complicidad, con el beneplácito de los que nos acompañan, que son los nuestros. 
"¿Quien no ha comido alguna vez con el delantal puesto en la mesa por olvidar quitárselo por las prisas?"
"¿Quien no ha metido los dedos en los vasos para abarcar a llevarse más de uno a la vez?"
Yo una de ellas. 
A mi amiga sus amigos le demostraron que era de la familia, y que todos sus invitados eran gente de confianza. 
Terminaron brindado por el próximo año y jugando al dominó y las cartas. Después de aquella escena todos se fueron relajando y el brillo de las lentejuelas dio lugar al brillo de las sonrisas. Porque estaban en Navidad, porque estaban en familia.
Ahora cuando se ven y comen juntos, ambos se acuerdan del famoso cubo de basura pasando de uno en uno para echar los desperdicios.

jueves, 16 de diciembre de 2010

EL BECARIO

     Hoy hemos comprado un par de revistas de moda y nos hemos ido a pasar el día a la playa. 
Mi amiga se compró una que le regalaban unas chanclas preciosas.
Para mi un día de playa es agradable, lo que ocurre que la dichosa arena me incordia un montón.
Y así como es ella de repente mientras extendía mi esterilla me comenta que en el trabajo tiene un empleado bajo sus ordenes de veintitrés añitos que ha despertado su curiosidad.
"¿Y ahora a que viene buscarnos niños?".
Y sin prejuicios de ninguna clase me dice que si tiene que estar con alguien no quiere que sean viejos. 
Ahora va a resultar que va a ser verdad eso de ponernos por delante del hombre en todo.
Mal visto no ha estado que un hombre tuviera una relación con una mujer más joven que el. Pero cuando se trata de que la mujer lo haga con alguien más joven que ella, ahí la cosa cambia. 
Aún tenemos que triturar lo del hombre como para tragar lo de la mujer. 
Y si pensamos un poco es "el que dirán" lo que nos impide dar rienda suelta a vivir una historia de amor con un hombre más joven.
Una mujer con 40 sabe mejor que cosas le gustan y cuales no. Y tiene más claro lo que desea en la vida. 
Tiene que cabernos en la cabeza que la sexualidad entre hombres y mujeres es diferente.
A mi amiga lo que realmente ahora le impide acercarse a el es el hecho de que trabaja para ella.
Y guardar la compostura y hacerse respetar es lo único que en estos momentos debe prevalecer. 
Y yo me voy más lejos y la digo "que lo eche a la calle, y que triunfe el amor".
Ella se parte de risa, sabe realmente que no puede hacerlo. 
Hoy completaremos el círculo porque se nos une en la playa nuestra otra amiga. Tal vez ella pueda ver otra visión de tema, aunque hay que tener presente que el final debe ser el mismo. Realmente el que dure una pareja o no dependerá de los objetivos de ambos en la vida, pero lo que no hay que descartar es el estar juntos y pasarlo bien, disfrutar el presente. 
La tercera en nuestro minúsculo grupo de amigas va más allá y aporta algo que habíamos pasado por alto. La edad del joven becario de mi amiga es la idónea, porque se encuentra en la plenitud sexual, de ahí en adelante decae en el hombre, mientras en la mujer de los 40 a los cincuenta vuelve a alcanzar su punto más alto. 
Malvadas o no le estamos animando a que aproveche su momento. 
Si todo va bien será genial, sino cada uno por su lado y aquí no ha pasado nada. Sin traumas, ni miedos, solo disfrutar el presente.
Las mujeres de nuestra generación y en concreto nuestra amiga son muy pero que muy fuertes y la sociedad les importa un comino. 
Cuando a los 40 tu marido te deja porque te ve vieja, tienes que plantearte que es lo que ve solamente el. 
Porque una sigue siendo una mujer atractiva y así puede llegar a verte un joven.
Los jóvenes no se buscan, ellos vienen a ti. 
Unas a otras nos damos crema y sonreímos ante los primeros cambios que mi amiga ha decidido hacer en el trabajo. 
Le ha puesto en un departamento más a mano de ella, del cual puede recrearse la vista, y le ha dado un día libre diferente al que tenía, que por casualidad coincide con el de ella. Solo por si acaso. 
De momento parece conformarse con poco. 
La mañana es perfecta, reímos a carcajadas y lejos de preocuparnos por nada, hablamos con sorna de la dichosas diferencias de edad. 
La playa es un paisaje más para observar con detalle el emparejamiento. 
La conclusión es que la sociedad que critica esto es porque siente pura envidia, porque sencillamente es "amor sin barreras".

ANTES MUERTA QUE SIN TACONES


     Siempre he oído que es fácil ser mujer. Pero lejos de entrar en una guerra de sexos lo tomo como una frase hecha. 
Ahora entiendo porque la mayoría de las mujeres llevamos la cabeza tan alta, y siempre erguida, porque nos han puesto las cosas tan difíciles de alcanzar que nos damos altura con ese pequeño gesto. 
Combinar trabajo y vida familiar sin descuidar ninguno, a veces se convierte en toda una hazaña. 
Desde que suena el despertador hasta que nos acostamos recogiendo los juguetes y los trastos que hay por medio, existen una infinidad de horas que hacen de tu día un maratón. Unas veces por sobrevivir en un mundo de hombres y otras por sobrevivir a lo cotidiano. 
Y el cansancio realmente lo apreciamos cuando además de todo eso hemos de estar impecables para un evento fuera de lo cotidiano. Mis amigas las que están solteras eso lo tienen algo más fácil para cumplir sin problemas, pero las casadas con hijos han de hacer milagros.
Por muchos productos que una se de para la fiesta en algún momento te asaltan las ojeras de toda la semana como si fueran ladrones de caminos. Y las piernas y el cansancio se alían para ganar la batalla al hecho de seguir impecable.
Pero como en todo hay excepciones. Yo tengo una amiga que ella es la reina en el arte de estar impresionante siempre. No hay ojera que se atreva a retarla, ni piernas que se quejen. Sería capaz de hacerse un vestido de fiesta con una cortina y nadie se daría cuenta. Es una mujer que viniendo de abajo pegó el braguetazo casándose con un hombre adinerado y con algo de nombre. Y tener una hija con el le hizo establecerse en ese mundo de pudientes, del cual ella a veces despunta un poco. Pero yo realmente las prefiero así, alguien que no olvida sus orígenes, alguien que cuando no era nadie se hacia un vestido con la tela de una sabana y ahora que puede también se lo haría. 
Hace unos días coincidí con ella en la tintorería, recogía los últimos vestigios de lo que fue una boda fuera de lo común y de alto copete. Una boda muy americana, de esas en la que se necesitan pocos camareros porque todo lo tienes que coger tu. Unos jardines bajo una carpa de tela blanca en la que los invitados se sientan sobre unas impecables sillas vestidas y decoradas con lazos. Pero como todos los sitios con algún que otro contratiempo. 
Sin saber a dónde iba, a mi amiga se le ocurrió estrenar taconazos. 
Pensó que la alfombra roja o verde le esperaba bajo sus pies, mientras que le arroparía una catedral fastuosa dónde los novios se darían el "si". Pensó que iría del coche a la iglesia y del coche al convite. Pero que va, estrenó unos zapatos con diez centímetros de tacón, desde los cuales vería la boda muy dignamente . El problema empezó al llegar a la dirección indicada, y después de un rato de que le apretaran y apretaran , al bajarse del coche notó como esos diez centímetros quedaban enterrados bajo una maleza cortada de manera uniforme.
Yo todavía no lo había cogido, pero al poco rato supe que hablaba de que no había en muchos metros a la redonda ni un solo trozo de suelo firme. Todo eran jardines. 
Jardín para darse el si, para felicitarles, para cenar de pie y hasta para bailar.
Y allí estaba ella, con aquellos taconazos y a punto de ser destronada de su reinado como la mujer que mejor se había ajustado siempre a cualquier situación por difícil que fuese. 
Ella aguantaba la respiración mientras por los tobillos asomaban una pequeñas marcas rosadas. Más tarde la dichosa tira que tanto llamaba la atención de sus sandalias la apretaba sin tregua recordándola lo que cuesta todo para una mujer.
Y yo que siempre he sido muy curiosa, me puse cómoda sobre el mostrador de la tintorería con el propósito de que siguiera con la historia para llegar al final. 
Y nunca habría que dudar de que mujeres como mi amiga salgan airosas de cualquier situación sin perder ni un gramo de esa virtud que les hace diferentes y queridas.
Mi amiga a cada paso que daba se le clavaban sin compasión los tacones dentro del césped.
Sacarlos y seguir andando en la situación en la que se encontraban sus tobillos y su dedo meñique fue toda una proeza. Pero así iba ella, avanzando para volver a enterrarse.
Seguía aguantando la respiración, hasta que en la lejanía pudo ver un oasis. Una silla, de esas que iban vestidas con un lazo y que alguien por un descuido había dejado libre. 
Y así como si de las olimpiadas se tratara llegó y muy dignamente puso el culo sobre ella. 
Pero después de relajarse y liberar con disimulo uno de los pies, descubrió el porque estaba la silla libre. La mesa con la comida se hallaba tan lejos que no podía ni distinguir el menú que había sobre ella.
Pero así es ella, había llegado hasta allí no por casualidad, y un montón de jardín no aguaría su fiesta. Una fiesta como esa, en la que nunca había estado. 
Y con su voz amorosa y el don que todas las mujeres poseen para con los hombres, consiguió hacer que su marido le prepara un pequeño plato con un primero, otro con algo de segundo y otro con los postres. 
Ella relajada y sentada, entablaba relación y amistad con otra de las invitadas que al igual que ella no se movía de su silla. Como pudo observar también sus tacones estaban fuera de la vista, enterrados entre la espesura de la hierba. 
Pero lo más emocionante vino cuando llego la el baile, y aquella hora que había estado sentada no sirvió más que para enfriar e hinchar unos pies doloridos y castigados. Fue imposible volverlos a meter en el treinta y ocho. 
Y así fue como con la voz todavía rozando la desesperación me contó que al final tuvo que quitárselos porque sino se perdería el mejor momento de la boda. 
Con el arte del que a veces están dotadas algunas mujeres agarró sutilmente las sandalias y el brazo de su marido y bailó toda la noche con ellas en la mano. 
Yo en mi ignorancia la pregunte que porque no las escondió debajo de la silla y con el césped nadie se percataría de que estaba descalza.
Pero que tonta fui de preguntar eso. 
Con su metro cincuenta de estatura y su cara de pícara me dijo que no. Que aquellas sandalias habían costado el sueldo de un mes de su antiguo trabajo y que si no las lucia en los pies las lucia en la mano. 
Y tal vez es la mejor opción, "¿por que querer ocultar lo que realmente somos, o lo que realmente nos gusta?"
Esta bien adaptarnos a otro mundo que nunca fue el nuestro pero no hasta el punto de perder nuestros orígenes. No de perder los recuerdos de lo que fuimos en un pasado. Porque tal vez quien olvida su pasado caiga en el error de volver a repetirlo.

NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA






     Hace unos días me encontré con una conocida. No es amiga íntima, pero tampoco pertenece al grupo de "hola y adiós".
A su cincuenta y cuatro años iba a ser abuela por primera vez y me contó entre ilusión y alegría que se había separado. 
Aunque ella la transición de los 40 ya le paso, me puse a pensar en lo terrible de llegar a su edad y tenerse que separarse después de treinta y cuatro años de matrimonio.
Pero me dijo que el amor se acabó y que los proyectos de futuro iban por caminos separados. 
Pero seguí observando y lo que vi en ella fue la liberación y la paz. 
"¿En que momento cambia tu matrimonio después de tanto tiempo?, ¿en dónde nos equivocamos llegados a ese punto?".
Porque me resisto a creer que tantos años de convivencia se borran de un plumazo. Queramos o no las rarezas y las virtudes del otro permanecen mucho tiempo al lado nuestro en el día a día. Y seguro que en la soledad nos acordamos de todo aquello que no nos gustaba de el y que en ese momento daríamos lo que fuese por tener. 
Toda la vida sacrificada para hacer una pequeña fortuna y tener una vejez llena de comodidades que ahora disfruta cada uno a su manera. El decidió buscarse una compañía más joven y continuar como el primer día en el trabajo, para ella había llegado la hora de viajar, descansar y con o sin compañía así lo ha hecho. 
Y con los ojos vidriosos me cogió la mano y me dijo que incluso se había puesto a estudiar, también estaba haciendo un curso de informática y que ahora sabía de ordenadores lo que no estaba escrito. Siempre quiso bailar y se apuntó a clases, y el resto del tiempo lo repartía entre Galicia y Mallorca. 
Tenía tanta tranquilidad y tanta paz que por nada del mundo volvería a lo anterior. No quería saber nada de la vida que tenia antes, de la vida que pensaba que era la felicidad. 
"¿Es tan fina y trasparente la línea que separa el amor del desprecio?" Para ella todos los años desaparecieron cuando supo que había otra. El simple hecho de tocarle un brazo para hablarle ya le daba calambre. La misma mañana aún trataba de convencerlo para hacer un viajecito juntos y esa misma noche cuando se descubrió todo había saltado la línea. 
Hay mujeres que nunca dan el paso de separarse a esa edad. Unas porque no saben que hacer sin la otra persona aunque les haya engañado y otras porque no podrían sobrevivir entre pagos y facturas. Pero el menor inconveniente de mi amiga en este caso era el dinero. No necesitaron pleitear por lo mucho que había. Todo a medias y aún algo de más para ella como premio por haberse quedado en situación de desamparo en cuanto a los sentimientos se refiere. 
Se permitió el lujo de poner cláusulas como en las películas y aunque realmente no valían para aumentar su patrimonio, sirvieron para enterrar el sentimiento de despecho que le dejaron las circunstancias. 
Pero como mujer se sintió agradecida de que a pesar de haberse quedado sola no necesitaba salir a buscar trabajo para vivir. Su situación quedó algo más que acomodada. 
A pesar de todo lo paso terriblemente mal, saboreó el engaño y sus sentimientos rodaron por el suelo. Para su marido era ya vieja, se olvido la noche que le engaño, de todo lo que le quiso y de todo lo que lucharon juntos. 
Pero para ella llegó la liberación porque tal vez hacia mucho tiempo que ya no sintonizaban sus corazones. 
Hubo una época en que a lo mejor llevaban el mismo ritmo al latir, pero hacia tanto tiempo de aquello que me dijo que ya ni se acordaba. 
Según ella "no hay mal que por bien no venga", y ahora a sus cincuenta y cuatro años se sentía como una chiquilla de 40. Volviendo a empezar.
Me alegro enormemente que se sintiera como una joven de 40.

NOS VAMOS DE FUNERAL


     Más tarde o más temprano tenía que llegar. Hace tres días que fui de funeral.
Acompañé a una de mis amigas a la misa por un tío suyo muy lejano. El pobre hombre como seguramente no pudo elegir, fue a morirse tres días antes de la boda de su nieta. Esto a su nuera no le hizo pero que nada de gracia. Menos mal que se fue sin hacer ruido y de repente. 
Y tras la experiencia, he de confesar que hoy en día los funerales se han convertido en un circo. Y lo digo con todos mis respetos, según dónde se celebre se convierte en una feria e incluso en estos sitios se puntúa. 
A mi el difunto no me tocaba nada y mi amiga aunque estaría allí su madre en representación de la familia insistió en ir y que le acompañase. Y la curiosidad mató al gato y acepté. 
La tarde era muy calurosa, y la iglesia estaba repleta de gente. El ambiente tenía instalado ese olor a humanidad que te recuerda que todos somos personas. 
Descubrí que aun se mantenía el protocolo de antaño, mujeres a un lado, hombres a otro. Y yo como siempre con mis dilemas, que no llego a entender como es posible que en situaciones extremas los familiares mas allegados al difunto anden unos para acá, otros para allá.
A nosotras nos cedieron el sitio en la segunda fila, justo detrás de la viuda. Según creo era todo un privilegio estar sentada en ese lugar. 
La mujer del difunto andaba en su mundo. Y allí estaba aguantando el tipo y soportando el calor. A sus ochenta y cinco años se había quedado solita.
Empezó el oficio y yo después de ver tanta norma intenté concentrarme en la misa. 
Justo a lado de la viuda estaba la hija, las nietas y las dos nueras. Una de ellas lloraba sin consuelo, yo rápidamente pensé que seguramente la quería mucho y estaban muy unidas, pero más tarde comprobé que estaba en un error. 
Todas vestidas de riguroso negro por supuesto y cuando menos lo esperaba nadie, la viuda buscó entre su bolso y sacó un abanico para darse aire.
Y al momento como sacada de una película de Almodóvar veo a una mujer que se echaba las manos a la cabeza y la movía de un lado para otro en señal de negación, al mismo tiempo que dejaba los sollozos. 
Yo miré a mi amiga y en bajo le pregunte que era lo que estaba ocurriendo y quien era esa mujer.
Por lo visto era Jenara, una de las nueras y con aspaviento estaba indicando que quitaran a la pobre viuda el abanico, que era de color rojo. Toda la primera fila de mujeres se puso a coro a rebuscar en sus bolsos en busca de un abanico que no fuera rojo. Pero como si se tratara de una propaganda, todas tenían abanicos rojos, incluso una de ellas saco uno en amarillo. 
Jenara seguía empeñada en que desapareciera de la primera fila el dichoso abanico. Por fin consiguió uno marrón y le arrebato a su suegra el colorado. Mientras un cura paciente que no se enteraba del suceso proseguía con la misa. 
Por fin cuando había conseguido concentrarme de nuevo en la oración, al rato va mi amiga y me susurra que cree que Jenara se ha puesto el tinte. Según ella por la mañana en el velatorio tenia dos dedos de raíz y ahora no. Me quede mirándola algo sorprendida, vaya momento que eligió para fijarse en el pelo de Jenara.
De nuevo intente concentrarme. 

Después de levantarnos y sentarnos cinco o seis veces llegó el turno de pasar el cestillo. Y cual es mi sorpresa que tocan por detrás el hombro de mi amiga y una mujer le da para que vaya pasando veinte céntimos hasta que lleguen a Jenara. De una fila a otra se fue pasando la dichosa moneda ante mis ojos hasta que llego al primer banco y se le dieron a Jenara, la cual después de cogerla y mirarla dijo que no. Otra vez la moneda volvía para atrás hasta llegar a la mujer a la cual se le dijo que no, que Jenara no la quería. 
Esa parte a día de hoy todavía no lo entendí, pero el trasiego que teníamos durante la hora de misa en ese lado era de mercadillo.
Volvimos a ponernos de pie otro ratito más y llego el turno de la paz. 
Y vuelta a tener que respetar el dichoso protocolo. Como la familia andaba separada por razones de sexo, pues era inimaginable que ninguno cruzara la línea invisible que marcaba lo correcto. Pero siempre hay alguien que esas reglas le resbalan, como también siempre hay quien se encarga de protestar por ello. 
Del grupo de los hombres se presto a darnos la paz un hombre sacado del mundo rural, buena persona y amigo del difunto, que se apresuró a cambiar de bando e instalarse al lado de mi amiga y de mi. A mi no me molestaba en absoluto, pero Jenara que había comenzado otra vez con los sollozos puso el grito en el cielo. Y nunca mejor dicho porque el "no" que le salió de su garganta hizo carraspear al cura en señal de protesta.
Yo presenciaba lo que podía llegar a ser el final de la obra. 
Otra vez lo mismo, "que no" y "que no", que aquel hombre tenía que volver a su sitio, allí no podía estar. 
Y por lo que me dio a entender el buen hombre no tenía ninguna intención de moverse. 
Le cogió del brazo, le indicó su lugar y le reprochó que estuviera molestando a la viuda, a la vez que hacía el ridículo. 
Yo me tapaba los ojos para no ver lo que se avecinaba. 
Y el hombre seguía a nuestro lado.
Y tras unas milésimas de segundo calló el cura para oírse el ruido como un zumbido de Jenara, fastidiada por la mala educación del hombre. 
Un carraspear de garganta y un "cuando terminen proseguimos", hicieron que Jenara recuperara la cordura. 
Yo y mi amiga si hubiéramos podido meter la cabeza bajo tierra como las avestruces habría estado genial. 
Tras el incidente y con la compañía del hombre pasamos por turnos para dar el pésame a la viuda. 
Y allí estaba ella en su mundo, dándose aire con un abanico marrón, en silencio, sin sollozos porque su nuera lo hacia todo por ella.
Realmente aquel día me di cuenta de que si, que es posible que se saquen anécdotas en una misa de difunto, siempre que haya gente como la tal Jenara.
Sus sollozos sin consuelo eran tan solo porque su suegro se había muerto eclipsando la boda de su hija. Una boda organizada y con todo cuidado de detalles, porque si ella colaboró seguramente saldría impecable. 
Con lo que no contaba era con que para nacer tal vez tengamos una fecha, pero para morir no. Podemos hacer más o menos ruido, pero no podemos saber cuando no iremos. 
Mientras unos nacen, puede que otros dos plantas más abajo se estén despidiendo. Y los planes a veces deberían de tomarse como el viento que cambia de dirección y te obliga a girar las velas en otro sentido. 
A la salida mi amiga y yo esperamos a que terminara de despedirse su madre de la familia. Y como en todos los funerales, un poquito de "que buen hombre fue" y "pobrecita la viuda que se ha quedado sola".
Y yo pienso que realmente seria mejor quedarse sola, que no con la nuera que tiene al lado, que seguramente le marque dónde y cuanto tiempo tiene que llorar. 
Ahora nos volvemos  a casa habiendo cumplido con nuestra presencia, y habiendo nos enterado de casi todo.

CREENCIAS PAGANAS



     Después de casi diez años de amistad y secretos con mi amiga, vengo ahora a enterarme de que está maldita.
Quiso la fatalidad que acudiera a ver a un familiar en sus últimos momentos y muriera estando con ella. 
Hoy cenamos en nuestro lugar de siempre. Aunque vamos a una hora que no es la nuestra y no está nuestra camarera preferida, pero no importa, el sitio nos gusta mucho. De lo poco que hay sigue siendo el lugar con más glamour en muchos metros a la redonda y el que mejor se adapta a nosotras. 
Yo a estos sobresaltos me voy acostumbrando, y aunque todo lo que me cuenta no le ha pasado seguido, he de reconocer que ha recorrido mucho. 
Ahora me lo suelta así "Cristina, estoy maldita" y después lo adorna con una carcajada. 
Me explica que en su tierra son creyentes de muchas creencias paganas, y una de ellas es que si cuando una persona muere tu estás con ella aspiras su último aire, y quedas maldita hasta que hagas el ritual de limpieza. Si deseas tener hijos no irán para adelante y si en ese mismo instante te acercas a un bebe enfermará irremediablemente. 
Yo cuando me explica todo eso si que echo a reír. Nunca he creído en nada que no vean mis ojos y mucho menos en creencias que son bulos yendo y viniendo de boca en boca.
"¿Avanzamos cuesta bajo creyendo en supercherías?"
"¿Dónde queda la tradición y dónde empieza la locura?
"¿A quien beneficia que la gente crea esas cosas?".
El gasto que tiene que hacer es mínimo, tan solo quemar laurel y ahumar toda la casa. 
"¿Son los fantasmas y las maldiciones tan sensibles en su olfato, que el simple hecho de oler a laurel ya los espanta?".
"¿Bastaría con decir que lo ha hecho aunque fuese mentira? ¿O realmente los fantasmas lo saben?"
Tal vez el no hacerlo de lugar a que el miedo inconscientemente se instale en tu vida, y el llevarlo a cabo te lleve a unirte a una conducta social que se remonta a la Edad Media. 
"¿No es más importante estar los últimos minutos con el ser querido, que pensar que te maldijo?".
He de decir que mi amiga es católica y creyente de Dios. Y siente un profundo respeto por todas las creencias de la gente. 
De todos es conocido que lo pagano viene asociado a dragones, sirenas y brujas. Y que lo católico viene cimentado por una realidad lograda por la razón y la fe. 
Y también es posible que estemos frente a un tema que haga distinción entre el estatus de las personas. Los ricos creían en la iglesia y la gente del campo en lo pagano.
Yo para estas cosas soy una incrédula consagrada. 
Hacemos una pausa para pedir y pensar un poco, pues es un tema que no deja indiferente.
Y ahora me pregunto "¿cual es la verdadera diferencia entre Dios y una sirena?. Yo no he visto a ninguno de los dos. Es posible que tengamos la necesidad inevitable de creer en algo.
Después de un rato de silencio y de no avistar preocupación ninguna en mi amiga, se presenta el camarero con unas fabulosas ensaladas. Tal vez mi amiga no debería leer tanto, porque va ahora y me suelta que en la antigua Edad Media se creía que la lechuga aliviaba el insomnio, pero que perjudicaba en la vitalidad y la vista. 
Claro, ahora entiendo porque llevo gafas para ver de lejos. 
Volvió a su casa a las dos semanas para pasar cuatro días. Para descansar y estar junto a su familia.
Sus vecinas son de lo más pintoresco. La del último es viuda y sale casi a diario por las noches. Le gusta ir de cena, tomarse un café, ir al teatro, al cine. Es una mujer de setenta años muy de ciudad. La de al lado de su puesta es divorciada. Tomó esa decisión cuando los hijos abandonaron el nido y ya no tenía la obligación de aguantar las tonterías de su marido. Un buen día le dijo que o se iba el o se iba ella. Y fue el, decidió ir a comprar tabaco y no volver. El resto del edificio lo ocupan un matrimonio de extranjeros y personas corrientes. 
No había pasado ni media hora de estar en su casa cuando sonó el timbre. Eran dos de sus vecinas, las que conocía de toda la vida. Y cual fue su sorpresa que la traían en una bolsita un buen ramo de laurel. Le dieron el pésame y allí se quedó plantada ella con su laurel.
Lo más cómico de todo es que no es solo gente mayor la que cree en estas cosa, sino gente joven y con estudios la que también secunda estas ideas. 
Y sigo preguntándome, "¿el ofrecimiento de sus vecinas fue por cariño o marcando un posible final de la amistad sino lo quemaba?".
La fumata que liará mi amiga en su piso hará que el olor recorra todos los espacios comunes de la finca terminando así con la preocupación de todos, en especial el de sus dos vecinas queridas.
"¿Y quien saca luego el olor de la casa, de las ropas, de los muebles?".
Eso me lo contó cuando volvió. 
Tuvieron que irse un par de días a dormir a casa de su hermana y dejar dicho tiempo las ventanas abiertas para que ese olor a laurel saliera. De las ropas se encargo la tintorería.
"¿Porque lo hizo?", ¿por amistad, porque en el fondo todo lo que traiga mal presagio no nos gusta, o porque puede haber algo de verdad en todo esto?".
Los seres humanos siempre querremos respuesta y explicaciones a lo sobrenatural y religioso. Y cuando la razón y la experiencia no resultan, mejor es aliarse con la fe.
Al fin y al cabo la fe es el don con el que todos nacemos y nunca perdemos, porque aún en lo últimos minutos que nos queden para exhalar el último aliento, pensaremos que vamos a un lugar mejor. 


*Este relato está hecho con todo mi cariño y respeto a la amiga que me lo contó y lo vivió. He añadido un poco de color a ese momento tan gris en su vida. Agradezco que me lo contara con tanto humor y sabiduría. Ella lo ha repasado y tengo toda su aprobación. Gracias.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

LAS SEÑALES DE SU VIDA

     Hoy acabe de rebote tomando café en casa de otra de mis amigas.
Y de casualidad coincidí con otra amiga, de la mía. 
Y he de decir que esta última me da mucho juego en cualquier tema. Es una mujer culta e inteligente, y lo que nos une a parte de muchas curiosidades es la pasión por leer. 
Siempre bien informada, acabamos hablando de temas insólitos y soltando una carcajada. No te puedes llegar a hacer una idea del bien que te hace rodearte de personas como ella.
Y así como si nada, comenté mi intención de quitarme una verruga que tengo en el cuello. La verdad que molestarme no me molesta, o a lo mejor si. Pero para ser sincera del todo ya no la quiero conmigo. En definitiva si sigo así cuando entre el el reino de los cielos llegaré casi perfecta.
Y ahora me pregunto "¿que es lo que lleva a la mujer a hacerse pequeños retoques estéticos? ¿realmente es la encrucijada de la edad?" Porque de ser así yo estoy ahora en esa tesitura.
Cuando tenía veinte años no era partidaria de los retoques estéticos, y entre en los treinta con la misma idea. Pero ahora no los descartaría, ¿y porque no?.
Y entre un café de máquina y un trozo de pastel con cabello de ángel me dice que mi verruga se quitaría restregandome un ajo. 
Ya voy acostumbrándome a este tipo de sobresaltos, ya no me atraganto aunque nunca dejaré de sorprenderme. Ni con ella ni con ninguna. 
Y ahora después de llevar un par de meses en lista de espera para el dermatólogo, la solución la tengo en un tarro que tengo en la cocina, dónde tengo varias cabezas de ajo. 
Su comentario no se muy bien dónde ubicarlo, en "¿remedios caseros?" "¿leyendas?" o "¿coincidencias?"-
Tengo que coger medio ajo y frotar la verruga, y ahí no acaba todo, luego tirar el ajo a un tejado dónde le de el sol. Justo cuando el ajo se seque la verruga desaparecerá. Y cuando me llamen del hospital vasta con decirles que sus listas de espera pueden acortarlas recetando mitades de ajo. 
Y como si de una carrera se tratara empezamos hablar de todos los remedios de antaño que en un porcentaje relativamente aceptable dieron resultado. 
Relojes parados en casa que no dan paso a tener hijos, santos como San Blas que has de ofrecerle la parte del cuerpo que tengan que sanarte. Llegados a este punto no sabía que existían en el mercado gargantas de cera por si la operación es de tiroides. 
"¿Es la necesidad de creer en algo?" "¿La fe puede llegar a mover montañas, incluso hacer desaparecer verrugas?".
Para ella las cosas importantes de su vida han estado guiadas de señales. 
Para una mujer como ella que lleva tres nombres en vez de uno, se acerca más a creer en alguien que en fruto de la casualidad.
El deseo de ser madre le hizo agarrarse a cualquier señal que le indicara el camino a seguir. 
Después de innumerables tratamientos de fertilidad se rindió a las puertas de comenzar una in Vitro. Y como un soplo de aire fresco que se cuela al abrir la ventana, decidió adoptar a su hijo a raíz de ver un reportaje en la televisión.
"¿Es lo que creemos o lo que sentimos?".
Tuvo un aporte económico extra que le cayó del cielo y le llevó directa a no salirse del camino que había comenzado. Ahí seguían las señales. 
Y como tocada con la barita mágica del hada allí estaba esperándola su hijo. Aquel que siempre supo que era de ella. No hay duda alguna que tuvo el mismo sufrimiento hasta que llegó a el, como la madre que sabe que está embarazada. Incluso yo diría que más, porque el de ella ya estaba fuera y a miles de kilómetros de distancia.
Desde el primer momento que recibió su foto, fue su primera ecografía. 
Desde aquel segundo salió a comprarle ropita como una mama más. Lo único que marcó diferencia fue que ella le veía bien clara la cara, y las mamas que lo llevan dentro lo ven en una bolsa llena de agua, entre movimientos lentos y torpes durante nueve meses.
Ella ya veía que se parecía a su marido. Por que si los ves a los dos son iguales. 
Cuando llegó el día no hubo ni fotos ni vídeo.
Demasiados ocupados. Ella daba a luz a siete meses de espera. Con el mismo dolor que cuando empujas para que salga, le cogió y sintió el vacío del tiempo hasta que llegaron a encontrarse.
"¿Quien se atrevería a pensar que no era de ella?".
Gracias a los avances que hemos experimentado, unas pueden ver a sus hijos en tres dimensiones y otras a foto real. Porque realmente la sangre que corre es la tuya, independientemente de haberlo parido o adoptado. 
Porque cuando una mujer decide adoptar un bebe se teje un hilo invisible al cual se engancha un periodo de tiempo largo, igualmente doloroso que la incertidumbre que lo acompaña hasta que llega el día en que le puedes tocar. 
"¿Quien es nadie para decir que el dolor físico es más terrible que el que conlleva los sentimientos?".
Yo no. 
Lo único realmente importante y valido es la unión que trae consigo tener un hijo. Y a estas alturas no es mas madre la que lo engendra que la que lo adopta. 
Como todo lo que rodea a la mujer lo más importante son los sentimientos. 
Así que, porque no, mi amiga tuvo un parto a miles de kilómetros de distancia. 
Sufrió sus primeros dientes, sus primeras caídas. Vivió intensamente cuando arrancó a montar el solo en bici, cuando hizo su primer dibujo casi perfecto. 

Porque la suerte que tienen las mujeres es que la maternidad se puede llevar los lejos que una quiera, tan solo hay que seguir las señales. 

Por cierto, a día de hoy no se me ha caído la verruga, ni tampoco me han llamado del médico. Intento seguir las señales, pero nada. Lastima.

LA MENOPAUSIA A LOS 40 ES UNA PUTADA



     Si el título lleva toda la razón y aunque sea malsonante es eso "una putada".
Hoy hemos decidido tomar un café en un lugar diferente. Es un sitio dónde los hombres mayores juegan a las cartas toda la tarde y no hay espacios sin humo, todo el lugar es una inmensa nube. 
Tomamos café en la terraza, así nos dará el aire, porque hoy mi amiga tiene una cara que parece que ha ido de funeral.
Igual que cambiamos de sitio he cambiado de café, y he pedido capuchino en vez de cortado. 
Y así como es ella realmente me suelta que le falta la regla. Esta vez no me atraganto porque no ha llegado lo que hemos pedido. Si lo que yo digo mejor es seguir con las costumbres de siempre e ir al mismo sitio y no bajarse de la acera.
Le miro y no respondo. 
Menos mal que luego añade que no está embarazada. Pero lo remata diciendo que mejor sería estarlo. 
Después de estar seis semanas sin ella, su médico cree que puede ser el aviso de una menopausia anticipada. 
Para ella han sonado todas las alarmas, ya es vieja y no le queda mucho para que su aparato reproductor deje de funcionar. 
¿Realmente nos convertimos en viejas de la noche a la mañana porque se nos retira nuestro controlador de la fertilidad?, ¿dejamos de ser mujeres?
Salgo de mi letargo y sorpresa después de que llegan los cafés. Dejo que el camarero se aleje y sigo mirando. No quiero que nadie piense que somos unas cuarentonas medio deprimidas por que se nos marchó la regla. Si estuviéramos en nuestro lugar habitual Conchi nos entendería. 
Me pienso mucho que decir. 
¿Y ahora que? ¿No es mejor librarnos de lo que siempre no ha incordiado? 
Cuando eras niña y tocaba ir a la piscina y aparecía por sorpresa (en nuestra época no se estilaban mucho los tampones) nos chafaba el día. A veces te ha salido un ligue y le has tenido que despedir sabiendo que esa noche no tocaba. ¿Por que lo vemos ahora como un problema? ¿Es porque la menopausia representa para nuestra edad la juventud que se nos escapa de las manos? ¿estamos haciendo el viaje en el último tren?
De repente saca del bolso el abanico. Tengo calores me dice, y sofocos a media noche. Le sigo mirando medio de reojo. Posiblemente fue una pesadilla no tiene porque ser síntomas de la menopausia. 
Pero el tema es para ponerse seria. Mi amiga no tiene hijos, ni los deseó nunca, pero por lo que deduzco y me ha dicho preferiría estar embarazada  que pasar por esto. 
Tal vez por que a mi no me ha llegado, pero salvo porque creo que puede traer consecuencias negativas para la salud, el hecho de que se te haya retirado la regla no significa que estés muerta. 
Si es cierto que sin darnos cuenta hemos llegado a los 40, y salvo por ver como los hijos se han hecho mayores o por las huellas en forma de surcos que el tiempo deja, nos seguimos viendo jóvenes hasta que llega la menopausia. 
Aceptar el paso del tiempo es el mayor desafío al que se enfrenta una mujer. Es como aceptar el final de la vida, y ver a lo lejos la muerte. 
Hay que empezar a verlo como el final de una etapa y el comienzo de la vejez. 
Hemos llegado en teoría a la mitad de la vida.
¿Debemos ver el vaso medio lleno o medio vacío?
Verlo medio lleno es vivir esa etapa como se merece, no intentando creer que volveremos a ser jóvenes. Verlo medio vacío es intentar ser lo que fuimos y nunca más seremos, "jóvenes".
Ella me mira y me parece que se va a echar a llorar de un momento a otro. "Que no", que quiere seguir teniéndola, quiere seguir comprando compresas y que la vean que lo hace. Quiere seguir con esos retortijones de tripa que hacen que estés todo el día tirada en el sofá y con mala cara. Para ella ovular, aunque no los aproveche significa normalidad.
Se dice que cuando Dios creo a la mujer la hizo casi perfecta. ¿Iba en el paquete ese malestar por ser casi perfecta? ¿Ser mujer significa sufrir incluso cuando no tienes sufrimiento?
¿Es eso lo que nos diferencia de los hombres, el querer sufrir incluso cuando podríamos evitarlo?
Ahora va a resultar que comprar un simple paquete de compresas es como el acné a los quince, nos hace ser jóvenes. 
Aun sigo consternada, sera porque no me lo esperaba, ¿es posible que ya lo este viendo como ella?
Sigo mezclando la nata del capuchino e intento hacer ruido con la cucharilla, si alguien nos viera diría que tenemos serios problemas. 
Después de tres abanicazos y unos cuantos sorbos de café, el fondo de toda su preocupación radica en el sexo. 
Ahora estoy viendo que mi amiga cree que la menopausia le va a traer la muerte sexual.
¿Somos solo nosotras a las que se nos van las ganas o el hombre también participa?
El que el no pierda sangre durante su juventud no quiere decir que no vaya a llegar a viejo.
Una realidad es "que en una cultura dónde el deseo y la juventud van de la mano, no sorprende que la menopausia produzca vergüenza y culpa. Se juzga a la mujer por su aspecto físico más que por cualquier otra cosa y con tanto énfasis en la belleza es difícil para ella valorarse a si misma cuando observa el envejecimiento externo." (Wright HJ. American J. Obstetrics Gynecology. 1998)
Convencidas estamos que envejecer no es fácil para nadie. Pero la estabilidad que te dan los años es lo mejor que nos puede ocurrir a las mujeres. 
Después de una tarde drámatica, llegamos a tomar otro café  más y nos fuimos a nuestra cafetería preferida a cenar. No volvimos a mencionar ese tema, dejamos todo hablado en aquel bar lleno de humo dónde los hombres mayores juegan a las cartas.
Y aunque parezca mentira nunca hemos tenido por costumbre tomar nada allí, precisamente porque siempre hay gente mayor, fue una tremenda casualidad. 
Aquella misma noche mi amiga me mandó un mensaje anunciándome que volvía a ser joven temporalmente. 
"Que ironía, morimos cuando dejamos de sangrar".

Y FUERON FELICES Y COMIERON PERDICES




     Hoy comemos mi amiga y yo . Tiene cosas interesantes que contarme. 
Hace una semana fue de boda, y desde entonces no nos hemos visto. A nosotras las bodas nos encantan. Es un escaparate para lucirte. Y la ventaja de tener 40 es que tienes la libertad para ponerte cualquier cosa. La juventud solo te permite ir de joven, la madurez como quieras. Pero cuidado, sin caer en el ridículo. 
Fue invitada y lo más importante es que el evento se presta a comprarte vestido y zapatos. 
Una boda como invitada a los 40 es como el baile de graduación. Hay que triunfar por narices. 
Se mira todo, si va a ser de día o de noche, para ir de largo o de corto. Si es por la iglesia o por el juzgado, verano o invierno. Pero hay dos reglas que debe cumplir la buena invitada, ir impecable y no eclipsar a la novia. Parece fácil, pero no lo es vestirse perfecta dando la sensación de no haberle prestado demasiados minutos, ni energías. Queda fenomenal decir algo así como, "cogí lo primero que pille" o "no compré nada, me salvaron los complementos".
La boda fue en Agosto, con un calor pegajoso y sofocante en esta época del año para la isla.
Yo ya he pedido mi lasaña de verduras y ella su ensalada de queso de cabra, cuando me pide que ponga los cinco sentidos a lo que viene.
Los invitados no llegaron a doce y hasta ahí todo perfecto, ahora se llevan las bodas como los famosos, discretas e íntimas. 
El shock vino para mi amiga, cuando el novio negro, negrísimo (y no queremos parecer racistas, es solo un comentario) esperaba en la iglesia frente al altar con la que iba a ser su futura esposa. 
Hasta ahí todo bien. Ella una ninfa, de melena larga y rubia, de una piel blanca brillante, vestida con un conjunto de minifalda negro y embarazada de ocho meses y medio. 
Y me lo suelta así, sin avisar. Casi me salen las espinacas de la lasaña por la nariz del suspiro que pegue.
No solo se permite casarse ha dos semanas de dar a luz, sino que va vestida de joven con un vestido de minifalda y encima negro. 
Mi amiga como ya lo ha soltado, le echa el vinagre balsámico a la ensalada y sigue. 
Y me pregunto, ¿dónde ha quedado el vestido blanco, lo de situarse a la izquierda del novio, o lo de llevar algo azul, viejo y prestado?
Todo eso que hace especial un acontecimiento de esa clase. 
¿Nos hemos vuelto tan modernas que rompemos con las tradiciones de manera agresiva? Sustituimos el blanco por el negro, el largo por el corto y la virginidad por la maternidad casi en vivo. ¿O quizá respondió a un plan de estrategia?, disimular su embarazo centrando el interés en otra cosa. 
¿Realmente resulta sencillo dar al traste con dos siglos de rituales?
Fue una boda multirracial. El ingles, ella polaca. Los oficios fueron a partes iguales, mitad misa católica, la otra mitad evangelista. El cura se lo curró, y como tan solo eran once invitados, pues por hacerla algo original les hizo subir en parejas al altar para bendecir les a todos. Ya no hubo ni siquiera el tradicional apretón de manos en señal de paz. Lo hicieron en plan rebaño. 
Nunca deberíamos de pensar que a los 40 lo tenemos todo visto. 
A pesar de que me lo cuenta todo entre risas e imaginación, aun le dura la visión de aquella mujer de negro. Parecía más una viuda alegre, que una novia feliz. 
Tuvieron añadido una pareja de lesbianas, que pasaron bastante desapercibidas entre tanta sorpresa y un musulmán, que a pesar de no seguir todos los rituales al menos cumplió con su presencia. 
La lasaña se me ha quedado fría y le pregunto a Conchi que si me la pueden calentar, porque aun queda más. 
Mi amiga se preocupo de que la tradición no muriese del todo, y pidió a unas cuantas chicas que llevasen pétalos de flor y arroz. 
Era una manera de echarle un poco de normalidad al asunto. Aunque hasta ese momento no sabía que sería lo único tradicional. 
Ahora me pregunto, "¿nos hace tan distintas el pertenecer a culturas diferentes? ¿seguimos las españolas empeñadas en aparentar lo que no es, casándonos de blanco inmaculado a pesar de hacerlo con barriga?".
Viene de regreso la lasaña, la cual no estoy dispuesta a abandonarla por otro comentario.
Por falta de recursos económicos los novios decidieron dar lo que en las altas esferas llamarían "un coctel". Lo que aquí fue un divertido y distendido aperitivo. 
Hubo bocadillos pequeños de fiambre, (muy español) y barra libre. Aunque los invitados por pertenecer a una clase social que sabe lo que es sudar los euros, tomaron un refresco.
Bailaron con música disco puesta a cargo del bar, el cual era un antro al que se accedía bajando unas escaleras interminables y casi oscuras. Bueno, en este caso la novia no tuvo el problema de tropezar con el vestido. Si lo miras por el lado irónico todo fueron ventajas, a una boda casi surrealista.
Los regalos fueron sustituidos por algo de dinero que pusieron todos, una manera de ayudarles para hacer frente a los gastos. Digamos que cada uno con su regalo se pago el bocadillo y la caña. 
Y el broche de oro lo puso un joven cura que los casó y se presento a última hora en el convite. 
Al final, "fueron felices y comieron perdices".
Porque realmente eso es lo que cuenta. Te unes a alguien en matrimonio por amor. Y no importa la ropa, el idioma ni la celebración. Ni reglas, ni colores.
"Los importante son las personas".

martes, 14 de diciembre de 2010

EL DOS PUEDE SER EL UNO




     Lo difícil de llegar a los 40 no es ni mucho menos la crisis de indentidad que se avecina. Tú ya lo tienes claro, tu vida va detrás de ti como un perrito faldero. Es igual para casadas, solteras o viudas. 
Lógicamente a los 40 las posibilidades de encontrar a un hombre soltero se reducen. Lo más probable es que sea divorciado y viudo. Lo último no nos agrada mucho, porque luego pueden salir por ahí las comparaciones con los fantasmas y arruinar una bonita historia. Si no existen hijos de por medio mucho mejor. 
Y ahora ha llegado el momento de plantarle cara a todo y a todos. 
Durante unas vacaciones de Navidad en una pequeña aldea del norte, visité a mi amiga que hacia lo mismo que yo, descansar. Y quedé sorprendida de lo que me relató entre café y café. Nunca llegué a plantearme que incluso viviendo en un pequeño núcleo la gente tuviera en cuenta el hecho de hacer distinciones dentro de la propia familia.
Cuando se casó en segundas nupcias con su pareja, ni mucho menos imaginaba que su familia política pondría "pero" y "porqué" por no pertenecer a su entorno, ni a su país. Por supuesto nunca fue directamente, pero sus caras lo decían todo. 
No saber hacer el cocido que a ellos tanto les gustaba o no tocar la zambomba en Navidad, fueron los primeros peros del momento. Añadamos el nivel cultural muy superior que ella tiene y la naturaleza cosmopolita que traspira de sus axilas. Y luego vino lo mejor y más interesante, era la segunda. 
Se quedaba fuera cualquier celebración aunque fuese la propia boda.
El ya se casó una vez, lo segundo ya no contaba. 
Teniendo un hijo se coló en el minúsculo núcleo de la familia. Lastima no haberlo sabido antes, nos hubiéramos ahorrado mucho tiempo y muchas energías. Un nieto une mucho es como un buen pegamento. Los nietos son el bálsamo para el dolor que ciertas discusiones dejan, son los que liman cualquier aspereza. Aunque para ellos siempre será una extranjera en sus vidas. 
A pesar de lo que me contaba la sentía tranquila y divertida y me di cuenta que había encontrado la clave a tanta hipocresía. 
"¿Como lo hizo realmente?"
Sencillo, después de tantos pesares se planteó un año no pasar las fiestas junto a ellos. 
Leyó en una revista que los 40 suponían una nueva etapa en la vida de una mujer y tomó nota. 
Y decidió entonces a quien pondría buena cara y a quien no. Volvió al planteamiento de que si ya tenía la flor para que demonios quería la maceta. 
Las cosas claras desde el primer momento. Caras largas las justas por no decir "ninguna" y si no se come cocido pues se comen frijoles. 
Seguro que te criticaran, pero antes también lo hacían y no poníamos remedio a ello.
Hay lugares y con personas que por mucho que nos esforcemos siempre seremos la chica de ciudad de otro país. 
Solo que ahora tienes tu vida bajo control y un hijo. 
Nada puede estropear todos los momentos de felicidad que están por llegar. 
De ahí en adelante las Navidad, Pascuas y demás fiestas del calendario nacional pasaron a ser de su exclusividad. Porque cuando un año te revelas y decides hacer lo que te da la gana, empiezan a pensar en ti con cierto temor. 
Con un nieto en la casa se les volvió abrir la puerta para rectificar y hacer lo que con sus hijos no pudieron. 
Ahora incluso en vez de café se atreven a tomar mate. Comen sus postres y cantan las canciones que ella aprendió de pequeña.
Tú que eres la segunda en todo para ellos, les das el relevo de la segunda oportunidad para regresarles a su segunda juventud. Y al final todo queda en segundos malos entendidos, porque al final el número dos pasa a ser el número uno. 

INTRODUCCION

     Erase una vez, que se me ocurrió la genial idea de escribir las anécdotas y aventuras que me contaban mis amigas. 
Todo empezó a raíz de oír un comentario en un festival en el pueblo en el que vivo. Allí al ladito de mi tenía a uno de esos hombres de treinta años sin atractivo ninguno que aparentan cincuenta sin esforzarse y que hablan alto para que todo el mundo oiga lo que dice. Y además recuerdo que lejos de sentarme mal, me llamo la atención la frase y el tono que utilizó. 
Según me quedó claro "a el no le gustaban las mujeres cuarentonas". La verdad que me dio que pensar su comentario. Y fue cuando me pregunté , ¿que tienen las de treinta que no tengan las de 40? 
Volví a mirarle y me di cuenta que era de ese tipo de hombres que han llegado a la treintena sin haber aprendido nada, exentos de cultura y obligados a ir adaptandose a la vida a trompicones. Tal vez el piense que llegar a los 40 es el fin del mundo.
Cuando cumples los 40 entras en eso que llamamos la segunda juventud. Una transición que lejos de quitarle sentido a lo que ha sido hasta ahora tu vida, le da serenidad y una visión diferente.
Te sigues planteando metas y retos, y llegas a esta etapa de tu vida con los sueños no realizados intactos, dispuesta a seguir intentándolo. 
Y me pregunto ¿es ahora realmente con mis 40 cuando empieza otra etapa de mi vida, o simplemente continua con otra visión de la misma?
Con la edad controlas tu vida con las riendas de la experiencia y ves el mundo con los ojos de la madurez. Tienes todo lo que una jovencita desearía, aunque tu en secreto anheles aquello que ella posee, "la juventud".
No corres tanto por nada, porque todo eso por lo que corrías ya lo has hecho, ahora vas despacio para saborear todo el banquete que es tu vida. Festejas cualquier cosa, bailas toda la música, escuchas, atiendes y no dejas muchos segundos al enfado y a los malos pensamientos. Y si eres madre te cambia inevitablemente la vida. Tu pareja, tus amigos y todos quedan debajo de no más de tres kilos y medio que pesa la persona más importante para ti cuando viene al mundo. 
Los 40 pueden ser lo divertido que una quiera. 
Da igual si eres casada con hijos, viuda, separada o soltera. Tu vida tiene un punto y seguido no un punto y final. "Y las críticas que realmente pueden hacernos daño o cambiarnos son las nuestras propias."
Puedes amargarte y ser una sufridora que haga más rápido el trabajo del colágeno de desaparecer, o tomarte tu segunda juventud como un viaje lleno de aventuras. 
Todas las historias que voy a ir contando son reales y cuando nos han pasado a parte de divertirnos nos han hecho aprender. Seguro que más de una cuarentona se ha encontrado en algún momento en una situación igual o parecida. 
Mis dos amigas son mi inspiración aunque no todas las historias son suyas. Existen otro grupo de mujeres al cual tengo el placer de pertenecer. 
Yo de todo esto lo que he sacado han sido buenos momentos, entre comidas, cafés y más cafés.
Esta es la demostración de que siempre les escuché cuando me hablaban.