viernes, 19 de abril de 2013

EL ALETEO DE UNA MARIPOSA



En eso fue en lo que me fijé el domingo. Ultimamente no quiero que se piense que las historias de amigas divertidas y anecdóticas se han acabado. Simplemente es posible que estemos sufriendo una pequeña trasformación y con la edad no nos ocurran tantas cosas divertidas.
Nos hacemos mayores poco a poco y tal vez asistamos más a menudo a entierros que a fiestas de esas en las que volver a casa con los tacones en la mano.
Lo que me ocurrió el domingo es una prueba de ello.
Tenemos mercado dónde yo vivo cada domingo y ahora que ando buscando hilos, telas y curiosidades para mis trabajos bajé a dar una vuelta temprano y regresé con una planta de lavanda  y telas de colores a un precio fantástico.También vi unas sandalias pero eso lo dejo para otro capítulo.
Después iba a salir a tomar el aperítivo, y mientras subía allí delante de mi narices un hombre quedaba desplomado en la silla de una terraza en una cafetería mientras se tomaba un café.
Si, así fue. Mientras yo llegaba caminando con mis telas y divagando que hacer con ellas en ese mismo instante un hombre caía desplomado.
Lejos de creer o no creer en aquel mismo instante mientras unos sanitarios intentaban reanimarlo sin exito me pregunté a dónde nos dirigimos. En esos minutos en los que me quedé mirando aquel cuerpo en el suelo volví a hacerme la misma pregunta  que últimamente resuena en mi cabeza,  "¿hay otro lugar?" .
Estos acontecimientos en un pueblo pequeño son de gran impacto. Aquella mañana cuando el hombre se arreglaba para salir a tomar un café nunca pensó que sería el último. Se vistió, se peinó y salió a pasear como cada domingo tal vez. Igual que hice yo, me arreglé y me vestí y antes del aperitivo salí a por unas telas y una planta de lavanda, posiblemente podía haber sido también el último.
Después de unos minutos de quedarme allí parada sin saber muy bien que hacer y que decir un desconocido se giró para animarme al ver la cara de miedo que tenía. Me dijo sin más que lo estaban recuperando y que seguramente era un desmayo. Antes de proseguir miré alrededor y lo único que me quedo grabado fue una mariposa aleteando. Por fin levantó el vuelo y se perdió en aquel día claro y soleado de domingo. Fue cuando supé que la reanimación ya no servía de nada. Tal vez su alma pasó a ser de esa mariposa.
Aquel día salí a tomar el aperitivo con mi familia y mientras les observaba di gracias por poder disfrutar del domingo con ellos.

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