lunes, 27 de octubre de 2014
LA ALFOMBRA ROJA DE LOS POBRES
Que nos quede claro que en todos los niveles hay una alfombra roja.
Después de dejar atrás la polémica alfombra de los Goya y la famosa entre las famosas de los Oscar, viene la nuestra, la de los trabajadores.
¿Quien no ha ido alguna vez de cena de empresa? Y si es habitual de cada año esta toma más importancia.
Mi amiga del alma, aquella que pasea su soltería como estandarte el otro día me lo dejo bien claro.
Analiza los invitados a una cena de empresa y encontraremos, los famosillos de poca monta, las quiero y no puedo, los esperados y los renegados que muerden la mano que les da de comer pero se sientan juntos.
Si Hollywood es una industria que crea sueños e hipocresía, el resto del mundo también tiene esa fabrica en una pequeña escala.
Y sin más preámbulos abrí la orejas de par en par para que me contara como había sido la velada.
Lástima que el suelo no estuviera forrado con esa suave tela roja para no resbalar porque los numeritos que hacían algunas para llegar a la entrada sin morir en el intento no entraba en el guión del ensayo que se hace en casa frente al espejo.
Según vas llegando te sientas con tus conocidos, pero antes haces un pequeño recorrido, corto y pasas entre los que se apostan en la entrada fumando. Ahí empiezan los primeros saludos junto con la primera puntuación. Los jefes grandes visten de corbata y traje. Todo muy correcto, aunque a veces el sexo femenino de la escala más alta se olvide de arreglarse y si eres nuevo en la empresa las equivoques con ayundantes de camarero del restaurante.
Seguimos bajando en el nivel y estamos ante otros jefes no tan jefes. Estos empiezan quitando se la corbata y dejando un traje como menos clase haciendo inca pie en que van arreglados pero informarles. Los hay también que no llevan ni eso, con chaquetas de pana y parches en los codos reivindican como Bardem ayudas en cubierto para los más desfavorecidos. Hacen el teatro junto a los grandes pero se presentan con un lazo verde, que no sabemos si es para salvar el planeta o su propio culo.
Luego está el pueblo, los que mueven el verdadero engranaje de ese pequeño imperio. Ellos van como pueden. El simple hecho de no llevar uniforme ya les hace subir la nota. Los hay con camisa limpia y pantalones de pinzas, con el jersey de cada año para la ocasión y por último llegamos a los que no sabemos si les hubiese quedado mejor ir con el uniforme.
Ahora les toca el turno a las mujeres. Son las más esperadas por todas. Aquí te despellejan sin piedad. Son capaces de ver tu reflejo en la hoja del cuchillo de postre.
Empecemos por la plana mayor. Ahí se nota el sueldo. Apuestan alto y casi nunca defraudan. Hay pocas pero las hay.
Luego tenemos otro sector que podría ir vestida cada día así y no lo hace, y tampoco llegado a esta cena se esmera. Son las que están en la empresa pero no se notan.
Y ahora llegamos otra vez de nuevo al pueblo pero de ellas. Aquí hay una clara diferencia entre departamentos. Empezamos por el más ingrato y el más popular. Sin mucho gusto pero con un gran esfuerzo por ir arregladas. Derrochan exceso, desde el brillo de los zapatos hasta el cuidadoso y elaborado peinado. Son las que cada año intentan subir el escalón hacia la elegancia.
Ahora toca el departamento más hipócrita de todos. Son capaces como ya he dicho de utilizar un cuchillo de postre como espejo para verte sin torcer el cuello. Buscan y rebuscan el modelo que se van a poner con meses de antelación. Tienen miedo de comprar en Zara o Mango por si coinciden con alguien que vista igual. En este grupo las tenemos de todas las edades. Las jóvenes pueden ir con la cara lavada y triunfan. Las hay que quieren imponer la moda de sus países de origen y fracasan estrepitosamente sin que las salve el buen tipo ni la juventud.
Luego seguimos con la edad media y madura. En mi opinión siguen siendo las que más pasiones levantan. Se mantienen como los buenos vinos y presumen de experiencia. Hay pocas pero las que hay pasean con estilo su gusto y su clase.
Y luego tenemos en este mismo departamento las que superan una edad que ya no están para maquillajes estridentes ni muchos escotes. Se agarran a la juventud pasada con uñas y dientes.
Las cenas de empresa son divertidas. Ahí nos saludamos todos, nos damos besos, olvidamos malos entendidos y falta de compañerismo. Claro estamos de cena es una fiesta.
Si te fijas también la situación geográfica en la que se acomodan unos con otros, les delata los diferentes grupos que existen. Nadie se va a sentar con quien se lleva a matar aunque a la entrada te haya dado dos besos. Esos besos son los de judas, tan solo para que la veas el modelito. Normalmente esto ocurre entre el grupo de las féminas.
Fotos por aquí, fotos por allí, besos, risas y hasta que volvamos a empezar a trabajar y volvamos a matarnos y a criticarnos.
Bueno..... no todas.
Yo por si acaso soy como mi amiga que me cuenta todas a las que va, este año no me pierdo la mía por si acaso.
Por cierto!!!!! Yo apuesto por un modelito de Zara, si me encuentro alguno igual que el mio a la entrada, tuerzo hacia el baño y con la abrazadera de la cortina del restaurante me hago un cinturón para cambiar el estilismo.
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